Año CXXXVI
 Nº 49.696
Rosario,
martes  17 de
diciembre de 2002
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Crisis en Venezuela
Opinión: El carácter autoritario del modelo "bolivariano"

Pablo Díaz De Brito / La Capital

El que tenga dudas sobre el carácter militarista y autoritario del proyecto de Chávez no tiene más que confrontar la Constitución de 1961 y su pésima sucesora, la chavista del 99. En esta desaparece una frase clave de aquella: las FFAA son "apolíticas, no deliberantes, subordinadas y obedientes", al poder civil. La del 99 dedica todo un capítulo, el VII, a la "seguridad", ítem donde se ubica a las FFAA, militarizando de hecho la seguridad interna.
Aunque en el artículo 326 se les prohíbe a los militares la "militancia política" (una obviedad insoslayable), allí mismo se menciona la "participación activa en el desarrollo nacional" y, sobre todo, la "cooperación en el mantenimiento del orden público" de la Fuerza Armada Nacional, FAN (ahora en singular, lo que significa, al menos en la intención, un mando unificado y más fuerte).
La vieja Constitución del 61 imponía a los uniformados, en el articulo 232, "respeto a la Constitución, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación", otra exigencia que desaparece en el texto chavista. El protagonismo de los militares en el alzamiento de abril pasado tiene su raíz en estos cambios aberrantes introducidos por Chávez, aunque éste buscase el resultado opuesto, o sea, el apoyo incondicional de una casta que él privilegió. Pero hay más: en EL artículo 326 se elimina el tradicional control del Congreso de los ascensos de oficiales superiores, que quedan en exclusivas manos del presidente, o sea, del coronel Chávez, quien diseñó esta Constitución a su exclusiva medida y pensando en perpetuarse en el poder, como afirmó repetidamente durante 1999 y 2000.
Otra perla: cualquiera sea su grado, ante una demanda penal, un militar puede pedir un "antejuicio" del Tribunal Supremo. La Constitución del 61 no concedía este desorbitado privilegio ni siquiera a generales y almirantes. La fabricación, comercio y control de la posesión de armas, antes exclusivo asunto civil, pasan a la órbita militar. También se da jerarquía constitucional a la obra social de los militares. (Estas precisiones están tomadas del trabajo "Relaciones civiles-militares en la Constitución bolivariana", de Miguel Manrique, jefe del Departamento de Teoría Política de la Universidad de Venezuela).
Debe sumarse a este avance clarísimo del sector militar sobre el civil el carácter anacrónicamente hegemónico del modelo político elegido por Chávez: a los círculos bolivarianos hay que agregar escuelas bolivarianas, una federación sindical bolivariana y muchas "instituciones" más, todas "bolivarianas", claro, además de algo muy similar a los jefes de manzana. Es evidente la inspiración, no en Bolívar, sino en el modelo castrista, con sus pioneros, sus brigadas de intervención rápida, su prensa regimentada, etc. El control capilar de la vida social, en suma.
Los que muy lejos de Venezuela simpatizan con Chávez no dudan en calificar de "golpista y oligarca" a la oposición venezolana, pero olvidan que involucra a los sectores más dinámicos y avanzados de la sociedad, desde los obreros calificados del petróleo y los navegantes de ultramar a la clase media de empleados bancarios y docentes, a los profesionales y a todos los niveles del empresariado, que resisten la imposición de un modelo militarizado y autoritario a una sociedad habituada durante 40 años a gobiernos civiles y democráticos, por deficientes que fueran.
Y en una época en que las dictaduras militares dominaban América latina, Venezuela se gobernaba con un sistema político bipartidario, que es el que predomina en las democracias maduras, con amplia libertad de prensa y total sumisión militar al poder civil. Hasta que el 4 de febrero de 1992 llegaron Chávez y su cuartelazo, conmemorado ahora bajo su gobierno como un día de júbilo nacional.
Que un coronel sudamericano, que ganó fama al encabezar un frustrado y cruento golpe de Estado sea objeto de devoción por una buena parte de la izquierda parisina y latinoamericana es por cierto un índice de la grave desorientación de este sector. Será que cualquier cosa viene bien con tal de luchar contra la globalización: ayer fue Milosevic, hoy Chávez, mañana Saddam o Kim-Jong II, el demente emperador estalinista de Corea del Norte.


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