Año CXXXVI
 Nº 49.694
Rosario,
domingo  15 de
diciembre de 2002
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Tendencias. Miles de jóvenes rosarinos se vuelcan a gestar su propia empresa
La explosión de los emprendedores
Aunque la crisis tiene efectos paralizantes y expulsivos, las nuevas iniciativas se multiplican

Marcos Cicchirillo / La Capital

Con un país sumergido en la peor crisis político-económica de su historia, cifras de desocupación que golpean a todas las generaciones y sectores sociales, y cientos de miles emigrando vía Ezeiza hacia mejores destinos, resulta lógico y entendible que muchos se dejen ganar por la desesperanza. Pero no todos quedan paralizados o se van. A un gran número de argentinos, en particular jóvenes, la crisis los puso entre la espada y la pared pero también les sirvió como revulsivo para buscar nuevas salidas e intentar realizarlas acá. Así, durante los últimos meses se observa en la región un renovado protagonismo de jóvenes y no tanto que apuestan a buscar un camino empresarial propio, con proyectos productivos, de servicios, sociales y/o culturales.
El fenómeno se puede observar en la explosión de proyectos que se presentaron a distintos concursos a lo largo de 2002. Sólo en el concurso Neo que convocó la prepaga Osde sumó más de un millar de participantes, que presentaron unos 500 proyectos. En un plano más específicamente profesional, una convocatoria de la Universidad y la Municipalidad de Rosario convocó a una veintena de científicos que participaron en un concurso para pasar a formar parte de una incubadora de empresas.
Buena parte de los proyectos tuvieron como signo distintivo la articulación de las propuestas con la problemática social, lo cual se abordó desde iniciativas de innovación tecnológica, servicios y turismo.
Proyectos para el mejoramiento de los planes alimentarios, catering para celíacos, exportación de diseño gráfico on line, control remoto de procesos productivos vía Internet, un amplio abanico de proyectos relacionados con el turismo receptivo, equipamiento para el rastreo de petróleo, producciones agrícolas alternativas, e ideas de lo más inverosímiles que se puedan imaginar salidas de jóvenes que buscan romper con el paternalismo estadual y empresario.
"Argentina tiene una cultura emprendedora, pero no la cultiva como sucede en otras partes del mundo, en particular en los países anglosajones", coinciden en destacar consultores y analistas de proyectos. De hecho, en el país no existe una legislación que regule los fondos de capital de riesgo, que permita otorgar ciertas garantías a los potenciales inversores.
Especialistas en el desarrollo de entrepreneurs resaltan que la educación en Argentina aún hoy está enfocada hacia la formación de mano de obra y no como demandantes de trabajadores. Las carreras universitarias fueron pensadas y estructuradas bajo otro paradigma de país, donde los profesionales salían de los centros educativos con las herramientas necesarias para insertarse en las gerencias de empresas y compañías o en áreas técnicas, pero escasos elementos para encarar proyectos personales.
Sólo algunas escuelas de negocios pertenecientes a instituciones privadas fueron poco a poco incluyendo dentro de su currícula seminarios y horas cátedras dirigidas a emprendedores, en su mayoría con modelos importados de las principales universidades de Estados Unidos e Inglaterra, como Harvard, el MIT (Massachussets Institute of Technology), Oxford, entre otros.
Pero más allá del campo de la educación formal, muchas personas y profesionales que trabajaron en relación de dependencia y fueron expulsadas del sistema laboral y otras que ni siquiera llegaron a ingresar, se lanzaron este año con emprendimientos propios transformando la angustia y las trabas en un proyecto empresarial.
Los especialistas en entrepreneur señalan que los emprendedores tienen como patrones comunes el optimismo, la aversión al riesgo, ganas de encarar desafíos, y recién varios escalones más abajo figura el dinero; aunque reconocen que el desempleo en Argentina influyó directamente en el crecimiento exponencial de personas que presentaron carpetas con planes de negocios en concursos o ante potenciales inversores.
La ola emprendedora arrastró también a instituciones y empresas. Al tradicional concurso anual de Junior Achievement para jóvenes menores de 18 años, se sumó "Neoemprendedores" organizado por Osde Binario para el target etario de 18 a 25 años; el cierre de los tres primeros contratos después de un largo proceso de selección de proyectos tecnológicos para trabajar en la incubadora de negocios que creó la fundación de Facultad de Ingenierías; el estreno de la incubadora Ivandra con varios acuerdos en puerta dedicados a la innovación y servicios de cara a la exportación; y el lanzamiento oficial del concurso para emprendedores creativos presentado esta semana por la Secretaría de la Producción municipal que prevé importantes premios.
Proyectos inverosímiles, ideas geniales, manotazos de ahogado por arañar un premio, hubo ideas para todos los gustos. La creatividad en muchos casos impresiona. Sin embargo, el problema clave en los trabajos y planes de negocios, que también se reproduce en numerosas empresas argentinos, es el proceso de implementación y concreción de una idea.
"En una charla de café podemos sentarnos dos amigos y seguro que sacamos cinco ideas geniales", apunta Sergio Postigo, titular de la cátedra de entrepreneurship de la Universidad de San Andrés, pero remarca que "en Argentina somos muy malos implementando ideas y también existen muchos problemas para hacerlo". Y es aquí donde grandes proyectos quedan en el imaginario.
La burocracia también ofrece razones. Una persona que pretende poner en marcha un proyecto debe realizar al menos 12 trámites en oficinas gubernamentales y esperar en el mejor de los casos poco más de dos meses para tener todo en regla. Da igual si busca instalar un pequeño negocio o un complejo industrial. En los países industrializados un emprendedor sólo necesitará demorarse entre dos y siete días para dedicarse de lleno a la concreción del proyecto.
Funcionarios y empresarios admiten que aún falta una reformulación profunda de los mecanismos para generar un ámbito propicio que incentive a los emprendedores a concretar sus proyectos. Al menos, el 2002 sirvió para demostrar que ideas hay, muchas, y muy buenas. Y son de acá.



Los jóvenes ganaron con un proyecto de huerta orgánica.
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