La epilepsia tiene su origen en cambios breves y repentinos del funcionamiento del cerebro. Se trata de una afección neurológica, no es contagiosa ni causada por ninguna enfermedad o retraso mental. Se llama epilepsia refractaria a una de difícil manejo médico, en la cual no se logra el control de la crisis. Existen varias formas de presentación de las crisis epilépticas. Las crisis generalizadas pueden manifestarse con pérdida brusca de conocimiento, caída al suelo, contractura de los músculos de las extremidades y de la cara seguidas de sacudidas rítmicas. En otras oportunidades, especialmente en niños y adolescentes, las crisis se presentan con una pérdida de conocimiento, sin caída al suelo ni convulsiones, de segundos de duración, con rápida recuperación. Los signos de alarma que advierten que se está produciendo un ataque epiléptico pueden ser los siguientes: períodos de confusión mental, comportamientos infantiles repentinos, debilidad y sensación de fatiga profundas, períodos de "mente en blanco" en los que la persona es incapaz de responder preguntas o mantener una conversación, convulsiones y fiebre, entre otros. Los cuadros epilépticos no constituyen una enfermedad mental, no afectan la inteligencia y las personas pueden llevar una vida prácticamente normal, una vez que logran controlar sus crisis con el tratamiento apropiado.
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