En un año donde la crisis económica del país amenazaba con dejar sin proyectos a medio mundo, el rock rosarino pareció resurgir con la inesperada edición de un puñado de discos, como los de Coki Debernardi, Bulldog, El Ajenjo, El Vagón, Asaltimbanqui, La Gringa, Asphix, Contenido Neto y El Regreso del Coelacanto. Sin embargo, estas ediciones, que representan la variedad de estilos que hay en la escena, no alcanzan para responder a una pregunta: ¿hacia dónde va el rock rosarino? También habría que preguntarse si el género tiene una estructura para subsistir y cuáles son los estilos que tienden a imponerse.
Las opiniones están divididas. Se puede decir que la mayoría de los músicos afirma que el rock rosarino está en crecimiento y camina hacia el profesionalismo mediante la autogestión. Otros aseguran que la escena está estancada o que su destino es el éxodo. La cuestión de estilos musicales se presenta aún más discutida. El planteo gira sobre si se imponen los dictados rockeros de moda, si se siguen estéticas viejas o si hay una crisis de identidad.
Carencias rosarinas
Algo es seguro. En Rosario no existe una estructura para el desarrollo del rock: faltan lugares para tocar en vivo, productores y managers, sellos discográficos y medios de difusión. Tampoco abunda el apoyo estatal. Para colmo, los sellos independientes de Buenos Aires (Ultrapop, Pop Art) no parecen demasiado interesados hasta ahora por los grupos rosarinos.
La escena local no está aislada, y refleja en muy pequeña escala una crisis que surge a nivel nacional, encarnada en compañías discográficas que rompen contratos con estrellas rockeras mientras inventan a grupos poperos televisivos. Por otro lado estalla la producción independiente, representada por fenómenos masivos como Los Redonditos de Ricota, La Renga o Los Piojos, y que en Rosario se reproduce en microemprendimientos, como crear un sello independiente por cada banda que edita.
Los veteranos de la escena, sin embargo, no pierden el optimismo. "El rock rosarino tiene mucho más peso ahora que un par de años atrás. Hay más gente que lo sigue. Los fines de semana hay un montón de bandas para ir a ver", aseguró Bonzo Morelli. "En Rosario pisa más fuerte el rock que la música de bailanta, mientras que en Buenos Aires es al revés. En julio yo toqué cinco veces, eso nunca me había pasado", agregó. Un punto en contra es que "el rock no es profesional porque muchos músicos no se hacen valer, tendrían que cotizar más su trabajo", pidió el guitarrista.
Para Coki Debernardi, "ahora hay más apertura musical y compañerismo entre las bandas". El cantante aseguró además que existe un recambio. "Antes Punto G llenaba el Patio de la Madera y ahora lo llena Bulldog. Hay bandas que meten 900 personas, yo no llevo esa gente. Eso es lógico y es bueno", puntualizó.
Por su parte, el líder de El Regreso del Coelacanto, Andrés Abramowski, cree que la coyuntura favorece al rock rosarino. "Ahora que entra menos música extranjera, lo nacional tiene más cabida. Hay un resurgir del barrio y lo propio, la gente quiere defender eso", argumentó.
Bandas convocantes como Bulldog y Cielo Razzo también apuestan por la escena actual, aunque con algunas reservas. "El problema es que no hay muchos grupos que trabajen el aspecto comercial del rock", opinó Pablo Pino, el líder de Cielo Razzo, una banda que hasta tiene merchandising propio.
Hernán Mantoani, cantante de Bulldog, fue más terminante: "El rock rosarino está bien encaminado -dijo-, pero no hay lugares para tocar, y los pocos que hay los caga la Municipalidad. Para que el rock tenga algún futuro en Rosario se tiene que ir (Hermes) Binner", disparó. "También habría que cambiar la mentalidad de la gente que manguea entradas", remató.
Hay quienes sostienen que el rock rosarino camina hacia el éxodo. "Muchas bandas están yendo a tocar a Buenos Aires", dijo Nahuel Marquet, cantante de Degrade, pero aclaró: "Es muy duro instalarse allá, porque tenés que hacer un camino under que ya recorriste acá. Algunos grupos quieren irse fuera del país, pero no hay antecedentes de uno al que le haya ido bien. Las bandas de acá son superiores a las de Buenos Aires, desde Fluido a la Rosario Smowing", aseguró.
Hay otros que buscan hacerse un lugar en Capital por puro cansancio. "Hace 12 años que estamos tocando en Rosario, es demasiado tiempo", apuntó Popono, de Los Vándalos, que aun así sigue siendo uno de los combos más convocantes.
Cuando se habla de estilos, es justo referirse a la variedad de géneros y también a una movida punk que viene en crecimiento. Pero hay muchas miradas. Según Bonzo Morelli "el rock rosarino, en líneas generales, apunta a lo que se escucha en este momento en el país, desde Los Piojos hasta La Renga". En cambio, para Daniel Pérez, vocalista de los Sucesores de la Bestia, "las bandas de acá tienen más personalidad que las de Buenos Aires, porque los músicos trabajan para ellos mismos, y no pensando en un mercado o una radio".
Crisis de identidad
Sin embargo, los cuestionamientos están a la vuelta de la esquina. "En el sentido artístico el rock rosarino está estancado. Veo copias de bandas, nada nuevo. El futuro es incierto, estamos peor que antes", comentó, lapidario, Fernando Vercelli, el vocalista de Scraps. Sergio Milioto, líder de Asaltimbanqui, se ubica en la misma senda. "El rock local no va a ningún lado porque está pasando por una crisis de identidad en cuanto a la creatividad y la investigación musical. Hay un único modelo que es la música de MTV, desde Nirvana hasta La Renga".
El frente de la música electrónica local, que nació en los 90 de la mano del sello Planeta X, también tira dardos. "El rock rosarino se maneja con estéticas reviejas", atacó Charlie Egg, solista y también integrante de Tonson & William. "La electrónica está más presente que años atrás -opinó-. En Rosario hay mucha interacción entre los grupos, hay mejor onda que en Buenos Aires, donde todo es puro puterío y pose".
Si el rock camina por la cuerda floja, habría que preguntarse qué queda para el pop, esa palabrita que tanto le dio a Rosario en los 80, con grupos como Identikit y Grafitti, y ni hablar en los 90, con el éxito masivo de Vilma Palma. Pero la opinión de Ricardo Vilaseca, ex Identikit y Vilma Palma y actual tecladista de Anatómico, lo resume todo. "El pop no va a ningún lado. La escena está estancada porque está demasiado ligada a lo que pasa en el país". Y punto.
La visión más globalizadora la dio Pérez, el líder de Los Sucesores de la Bestia. "En la Argentina, al contrario de lo que pasa en Europa y Estados Unidos, no se ve al rock como un producto vendible, tan rentable como el pop prefabricado -analizó-. El estancamiento es de la estructura, no de los músicos. Por eso el esfuerzo de las bandas no es proporcional a la repercusión que tienen".