Hernán López Echagüe cambia el tono de su voz cuando La Capital menciona a Darío Santillán, a cuya memoria está dedicado el libro. Recuerda con emoción que "fue uno de los primeros militantes de la Aníbal Verón que frecuenté, junto con Pablo y Florencia. Era un tipo muy querible, un grandote bonachón. Su asesinato planificado puso punto final a la investigación; se terminaron mis fuerzas y no pude seguir". López Echagüe afirmó que "hay en todos estos movimientos una mística ligada a su origen, en las Comunidades Eclesiásticas de Base, que infunde a sus miembros un fuerte sentido de la solidaridad". Finalmente, recordó que "fue precisamente este impulso solidario impostergable lo que le costó la vida a Darío. Florencia no tenía consuelo porque ella corría aferrada de la mano a Darío y cuando llegaron a la estación lo alertó para que no entrara, pero él ingresó porque «están diciendo que hay un compañero herido»".
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