Jorge Riestra acaba de ser distinguido por el Fondo Nacional de las Artes con el premio a la trayectoria artística en letras. La distinción para el escritor rosarino es tan justa como sorprendente, si se tiene en cuenta que siempre se mantuvo ajeno a los intereses de grupos, y sólo compitió con su obra. Su trabajo, que abarca más de 50 años, incluye un reciente libro que está a la espera de llegar a la imprenta.
A través de sus relatos, no es difícil reconocer su amor por la noche, el café, el tango y las charlas con los amigos acompañados por una copa. Pero en definitiva es toda la ciudad, Rosario, la que aparece siempre en sus páginas. "No hay otra -reconoce-, toda literatura parte de una realidad, nada nace de la nada, y el mundo en que te formaste es muy importante. La infancia es fundamental para un escritor, un artista; las grandes vivencias vienen de allí, los grandes descubrimientos. Cuando escribo cosas de la ciudad del año 37, en que yo tendría 10 años, me doy cuenta de que ese chico rubiecito, que estaba en la vereda de Cerrito entre San Martín y Sarmiento viendo colocar el hormigón armado a los italianos del sur y a los yugoslavos altos y huesudos, me dicta el texto. Su mirada me está dictando lo que escribo sesenta y pico de años después".
El don de la creación
Para Riestra, "la creación es un don, el escritor tiene el don del lenguaje. Viene de alguna parte, de algún gen perdido de un pasado. Mis padres tenían almacén y bar, trabajaron mucho, tuvieron cinco hijos, y en mi casa no había casi libros. Pero a los 9 años gané un concurso de cuentos en el Normal Nº 3 de maestros. Era una escuela de mucho prestigio, de clase alta con recursos, con padres abogados, médicos, y fue el hijo del almacenero quien ganó el concurso de cuentos. De dónde salgo yo".
"Muchas cosas me las escribió el pibe, y otras el muchacho, el hombre que caminó la ciudad. Qué otra cosa vas a escribir que tu propio mundo, que vos a su vez inventaste, porque nada es textual. Sí hay artistas copiados, pero no el que vale, el escritor nunca copia, yo no puedo copiar, tengo que recrear una realidad". Según cuenta, es una especie de compulsión permanente de descubrir e inventar: "Descubrir es hallar algo que estaba esperando que lo descubrieras y que encontrás por azar. Inventar es cuando de pronto ocurre algo que no estaba en ningún plan, la misma obra puede generarlo, que es lo más hermoso... ¿De dónde viene ese invento?, a veces uno siente que viene de más allá de las paredes, que uno tiene una especie de sentido especial. La invención es fundamental. Escribir es inventar. Siempre fue igual, el arte es siempre invención".
Y sin embargo Riestra también está haciendo historia. Para él, en esto es fundamental el oído y asegura que es más oído que vista. "En la medida que pasó tiempo -relata- avanzó sobre mí la voz humana, me convertí en auditivo más que visual. Y ya no soy visual, soy auditivo, y eso es lo que va al texto. Cuando hablo de la ciudad estoy recreando, porque no es textual, aunque no parezca es una novela de la ciudad que tiene personajes anónimos, no hay héroes, y si los hay, es el tipo de una esquina que ganó algo o un cantor de tangos, pero el mundo que trabajo es el de los seres anónimos, los que hicieron realmente la ciudad. Esa gente, con sus aciertos y sus errores".
De esta manera, Riestra pone en evidencia la falta de mitos, de héroes, de Rosario. Es que "es una ciudad nueva y los mitos requieren historia, sedimentación, leyenda. El mito se origina y el tiempo lo va transformando. Salvo algunos que quedaron, los que inventaron las ciudades se van modificando. Como el mito de Montmartre en París. Nosotros no tenemos esa historia, la ciudad se forma con fines de lucro. ¿Por qué el río no existió hasta hace poco para la ciudad?, por el puerto, que tapó al río. A tal punto que los chicos de barrio como yo nunca fuimos al río. Las verjas, las vías, los galpones, las grúas, la policía, era lo que veíamos. El río no tuvo peso en la ciudad".
No hay muchos héroes
Con respecto a la falta de héroes, no es más que la épica ciudadana de una ciudad sin historia. Los héroes son entonces los hombres comunes de la ciudad; claro que "el escritor le insufla su propio espíritu a la obra y a veces hasta puede escribir con una voz falsa, como en «El opus», donde invento un personaje que es un conservador, retrógrado, repugnante; le invento una voz a ese hombre, aunque en general la voz que uno pone es la legítima de uno, es lo que se llama la cosmovisión del escritor".
Sobre su acción, y tras reconocer la angustia que le produce tanto hacer como no hacer, advierte que el escritor intenta transmitir vida con lo que hace. El anhelo es que su libro llegue a ser uno de esos libros que acompañan. "Ningún escritor que valga escribe para adormecer. Toda creación legítima aspira a despertar al lector, a poner en movimiento su sensibilidad, su fuerza, sus vivencias, sus ideas. No hay obra digna de ser recordada que aconseje la renuncia y la resignación".
Jorge Riestra recibirá la distinción del Fondo Nacional de las Artes el jueves próximo, a las 19.30, en un acto que se realizará en el Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires.