El Museo de Historia Natural de Nueva York (AMNH) acaba de inaugurar una excepcional exposición consagrada al "más brillante cerebro que haya tenido la ciencia", Albert Einstein. Nunca antes se habían reunido tantos documentos, cartas, manuscritos y fotos de quien la revista Time considera la "Personalidad del siglo", lo que ahora ocurre gracias a la colaboración del AMNH con la Universidad Hebrea de Jerusalén, depositaria de sus archivos.
La exposición traza la vida, desde su nacimiento en Ulm (Alemania) en marzo de 1879 hasta su muerte en Princeton (Nueva Jersey), del investigador "que revolucionó nuestra concepción del espacio, el tiempo, la luz y el movimiento" y sentó las bases de la mayoría de los avances de la ciencia moderna.
La muestra comienza desmintiendo una leyenda según la cual el autor de la teoría de la relatividad habría sido un mal estudiante: el carné de sus clases de liceo en Suiza muestra que tenía excelentes notas en matemáticas y física, aunque se hacía la rabona y odiaba la disciplina.
En 1905, mientras trabajaba en la oficina de patentes de Berna (Suiza), realizó cuatro publicaciones que ponen patas arriba todo lo que se creía en aquella época sobre el tiempo, el espacio, la energía y la materia. Su famosísima ecuación "e=mc2" (la energía de un elemento es igual a su masa por la velocidad de la luz -una constante- al cuadrado) aparecía por primera vez.
Ningún manuscrito de esa época se conservó. El primero es de 1912, y muestra -con una escritura fina en tinta azul lavada y casi sin tachaduras- la famosa fórmula que demuestra que la masa es una forma de energía y la energía una forma de masa.
Mediante sus trabajos descubrió la energía atómica (una pequeña cantidad de materia puede ser transformada por fisión en una gran cantidad de energía) y los circuitos integrados, que generaron la revolución informática. Sus trabajos sobre las moléculas también incidieron en los avances actuales sobre ADN y el genoma humano.
Una celebridad de la noche a la mañana
Einstein se transformó en celebridad en 1919 de la noche a la mañana, cuando investigadores británicos que observaban estrellas un día de eclipse solar confirmaron teorías que él había imaginado sólo ante una hoja de papel. A partir de allí, puso su creciente fama al servicio de varias causas: el pacifismo, el sionismo, el desarme.
La exposición incluye la carta que le mandó al presidente Roosevelt alertándolo sobre los trabajos nazis en pos de fabricar una bomba atómica. "Una simple bomba de ese tipo que explotara en un puerto podría destruirlo completamente junto a sus alrededores", escribió.
Los visitantes también podrán leer una carta de noviembre de 1952 en la cual le proponen la presidencia de Israel, junto a su educada negativa. "Si fuera presidente, tendría que decirle al pueblo israelí cosas que no le gustaría escuchar", había comentado.
La exposición estará en Nueva York hasta el 10 de agosto de 2003, para trasladarse luego a Jerusalén y Los Angeles.
La muestra termina con su último cuaderno de notas, lleno de minúsculas ecuaciones de cuando trabajaba -sin éxito- en su "Gran teoría universal" que debía explicar el universo. Pero antes, se exhiben algunas de las numerosas cartas que le enviaban los niños. Una de ellas dice: "Soy una pequeña niña de seis años. Vi su foto en el diario. Pienso que debería ir al peluquero".