El megaoperativo de seguridad de mil efectivos que se desplegó en la tarde de ayer para la disputa del clásico entre Huracán y San Lorenzo resultó deficiente a la luz de los incidentes, y otros detalles, que obligaron a suspender el partido cuando el equipo de Boedo ganaba por 4 a 0. El saldo final fue de dos policías levemente heridos y 9 detenidos. No se explica de dónde sacaron los barras bravas locales las piedras que comenzaron a arrojar al campo de juego y que obligaron al árbitro Horacio Elizondo a suspender el partido. La falla más grave se vio cuando se jugaban 30 minutos del segundo tiempo y cerca de 80 policías, acompañados por bomberos, ingresaron al campo de juego para bajar del alambrado a unos 25 hinchas de Huracán (hacía diez minutos que el partido se jugaba con la gente subida en esa zona). Ese fue el principio del caos, ya que los quemeros, que gritaban contra sus jugadores y el entrenador Carlos Babington, comenzaron una disputa contra los uniformados, lo que derivó en una pelea casi cuerpo a cuerpo, alambrado de por medio. En ese momento, cuando iban 36 minutos del segundo y el grupo de efectivos policiales comenzó a arrojar gases lagrimógenos sobre la popular local poblada en su mayoría por mujeres y niños, el árbitro decidió ponerle fin a lo que debía ser una fiesta y pudo haber terminado en una tragedia. (Télam)
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