Norberto Daniel Stivada parece no haber superado el mal trance que vivió más de dos años atrás cuando baleó en el pecho a un chico de 18 años que había entrado a robar a su casa, en el barrio de la Carne. El herido no era desconocido para él: vivía en la barriada y había compartido la escuela y picados de fútbol con uno de sus hijos. El violento episodio le dejó secuelas que le impidieron continuar al frente de un bar céntrico del que era propietario junto a su hermano. Hoy para mantener a su familia, Stivada realiza todo tipo de trabajos, desde levantar paredes hasta tareas de soldadura. Repite con satisfacción haber construido su propia casa y criado a sus hijos, de 22 y 20 años. Está convencido de que el incremento de los robos pasa por el mayor consumo de drogas de parte de los jóvenes. Este ex jugador de Central Córdoba de la década del 70 asegura que hoy, a los 43 años, ya no puede aceptar los nuevos códigos que imperan en la sociedad. "No me adapto a esto. Si tuviera plata me iría del país". Desde el 8 de agosto del 2000, la vida de Stivada cambió. No sólo resignó la propiedad del comercio sino que además vive en una actitud de vigilia constante frente a un posible atraco. "Todo el tiempo te das vuelta frente al mínimo ruido. Estás a la expectativa de todo lo que pasa. A veces miro televisión con un arma sobre la mesa", asegura. El muchacho con el que se enfrentó el ex comerciante tiene numerosos antecedentes penales -está imputado en el crimen del comerciante Marcelo Luis Svampa, ocurrido el 2 de diciembre de 1999 en una tienda de la zona sur de la ciudad-. Cuando estuvo frente al chico, creyó que "estaba drogado". El hombre comentó que poco después que hirió a Julio Leandro Rojas recibió un mensaje intimidatorio, que él vincula al caso que lo tuvo como protagonista: una bomba de estruendo estalló en la parte posterior de la casa. Por este suceso el comerciante reclamó "protección" al titular en ese momento de la subcomisaría 20ª, pero no obtuvo ninguna respuesta. Stivada prefiere no responsabilizar a la policía por la inacción de los uniformados. "Yo no les echo la culpa porque no tienen medios. El día (que hirió a Rojas) que me llevaron a mí, no arrancaba el auto", recuerda. En la madrugada del 8 de agosto, Stivada estuvo demorado un par de horas en la subcomisaría de San Martín al 6200 y declaró en un juzgado de instrucción. Aunque, según él, ni siquiera estuvo imputado en la causa abierta a raíz del suceso. Cuando se lo consulta si frente a una situación similar reaccionaría de la misma manera parece buscar una respuesta tan racional como emotiva. "Uno tiene que tratar de evitar las cosas. Pero cuando uno está durmiendo, se levanta y encuentra una persona en su propia casa lo que tenés que hacer es defenderte vos y tu familia. El cerebro se cierra y uno se convierte en un perro de presa". Stivada tiene un Doberman que con sus ladridos ahuyenta a quienes pretendan ingresar a la casa a robar. El día que Rojas fue herido, el perro lo alertó desde la terraza sobre los movimientos del maleante. El ex jugador de fútbol está preocupado por los riesgos. Y por eso guarda un arma en su casa. "Tengo un permiso de tenencia", se justifica. Además para impedir nuevos robos a su casa no deja la vivienda sola. "Siempre se queda alguien de la familia", explica.
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