Faruk Chukri
Bagdad. - Los iraquíes musulmanes respetan desde esta semana el ayuno del Ramadán -un mes de oración y de alegría este año presidido por el temor a una ofensiva estadounidense contra su país- que eclipsó por ahora el rigor del embargo que sufren desde hace 12 años. "Los estadounidenses no quieren dejar tranquilo al pueblo iraquí. Después del embargo, nos amenazan con un ataque", lamentó Aziz Abdel Majid, funcionario en un ministerio. "¿Cómo podemos celebrar este mes sagrado cuando escuchamos día y noche las amenazas de un ataque bajo el pretexto de combatir el terrorismo o de destruir armamento de destrucción masiva?", se pregunta Abdel Majid, de 45 años, padre de tres niños. Este iraquí afirmó que las amenazas estadounidenses están arruinando la alegría del Ramadán y fortalecieron la decisión de resistir ante los agresores. A pesar de las sanciones internacionales, los mercados de Bagdad ofrecen abundantes alimentos, aunque los más pobres deben contentarse con la ración distribuida cada mes por las autoridades. El salario medio de los funcionarios es de unos 10 dólares además de las ayudas que el gobierno les da para cubrir sus necesidades. Obedeciendo órdenes del ministerio del Interior, los restaurantes y los bares están cerrados durante el día en este mes sagrado de oración y ayuno, al igual que las tiendas de licores, que no pueden abrir sus puertas incluso después del atardecer. Durante el Ramadán, los musulmanes no pueden comer, beber o tener relaciones sexuales desde que nace el sol hasta el ocaso. Una vez que llega la noche, es servida una lujosa y copiosa cena familiar. "La gente compra muchas lentejas, para la sopa del iftar -comida que sigue a la jornada de ayuno- y también dátiles, leche en polvo y especias", explicó Ihsan Said, que posee una tienda en el mercado popular de Bab al-Churji en el centro de Bagdad. "Los mercados tienen muchos alimentos pero falta dinero porque a menudo los precios son altos", explica Badia Fadel, una maestra retirada madre de cinco niños que pide a Dios "que lleve consigo al presidente estadounidense George W. Bush y a su séquito". La mujer afirma que la cesta básica distribuida por el gobierno "sacia sin problemas las necesidades de las familias". Pero para muchos iraquíes, las fabulosas comidas a las que estaban acostumbrados durante el Ramadán son un lejano recuerdo ya que a partir de ahora, se deben conformar con legumbres porque la carne, a dos dólares el kilogramo, se convirtió en un producto de lujo. En los últimos años, el presidente iraquí Saddam Hussein abrió sus lujosos palacios al pueblo durante el Ramadán para ofrecer a los ciudadanos la comida que pone fin al ayuno de la jornada. Este año, Washington parece más dispuesto que nunca a derrocar a Hussein, al que acusa de desarrollar armamento de destrucción masiva y presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de resolución destinado a endurecer el régimen de las inspecciones de desarme en Irak con el que ofrece "una última oportunidad" a este país para entregar sus arsenales. (AFP)
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