 |  | Editorial Nociva televisión
 | Cualquier argentino que posea el hábito de ver televisión abierta y conozca las posibilidades del "zapping" será capaz de citar, sin realizar mucho esfuerzo, numerosos programas en los cuales la violación de las más elementales normas de buen gusto es parte normal de la propuesta para captar la atención masiva. La tendencia, sin dudas, se ha reforzado de manera notoria en los últimos años, no casualmente signados por el estallido de la crisis económica y política. Pero el hecho más preocupante no es sólo la expansión de la chabacanería y la sistemática destrucción de los valores más trascendentes que se propalan cotidianamente a través de la pantalla chica, sino la falta de reacción de la sociedad ante el preocupante fenómeno. El pasado lunes por la noche, durante el transcurso de un encuentro realizado por la Academia Nacional de Educación en la Capital Federal, se emitió un video de media hora de duración que pretendía plasmar una síntesis de tales aberrantes contenidos. Así, el público que concurrió al encuentro pudo contemplar estupefacto una sucesión de escenas con sexo explícito, desnudos innecesarios, insultos y groserías de todo calibre, canciones que incitaban al consumo de drogas y la comisión de delitos, más un largo etcétera. Aunque sin dudas tal situación no constituye ninguna novedad para el televidente medio. El rector de la Universidad de Buenos Aires, Guillermo Jaim Etcheverry, fue quien sintetizó lúcidamente la base de los problemas: "Los medios de comunicación no pueden usar los más bajos impulsos del hombre como materia prima y buscar el dinero y la diversión grosera como únicos fines", advirtió, poniendo el dedo sobre una llaga. Porque el problema, debe advertirse, no es solamente argentino. En la principal potencia mundial, los Estados Unidos, se emiten no pocos programas basados en la sistemática explotación de las facetas más detestables de la especie humana. Claro que en el otro extremo de la cadena acecha otro peligroso enemigo: la censura. A un difícil equilibrio, el de una libertad que no sea utilizada para corromper, debe tender toda sociedad sana. Lo que está ocurriendo actualmente en la televisión argentina tiene inequívoca relación con uno de los momentos históricos más crueles que ha atravesado la Nación. El Estado no debería permanecer indiferente ante el asunto, y consecuentemente suprimir obscenidades sin incurrir en actitudes retrógradas, así como exigir la difusión de contenidos culturales y educativos de modo permanente.
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