María Laura Cicerchia / La Capital
Los testimonios más relevantes para acreditar la violenta e irregular detención de la chica y su amigo antes de ser conducidos a la comisaría 1ª (donde no quedó constancia de ese arresto) fueron el de Hernán Anillo, testigo del procedimiento, y el de la jefa de la custodia del Concejo Municipal, sargento Mirta del Valle Gallardo, que se enteró de lo ocurrido por el relato de dos policías involucrados que luego la amenazaron para que callara. El 26 de julio pasado, alrededor de las 2.30 de la mañana, Hernán Gonzalo Anillo esperaba un colectivo de la línea K en 3 de Febrero y 1º de Mayo. Estaba oscuro y no había nadie en la calle hasta que vio pasar una pareja que subió a un taxi. "Escuché una frenada brusca y vi un auto de civil obstruyendo el paso del taxi. Bajó un hombre de civil portando un arma, que apuntando al interior del taxi hizo descender a los dos chicos ", contó Anillo al presentarse espontáneamente en Tribunales tras comprobar que la detención relatada por la víctima era la que él había visto aquella noche. El hombre armado -el sargento Ernesto Oscar Olmedo- hizo partir al taxi y palpó de armas al muchacho mientras la chica observaba la escena desde la vereda. Anillo vio cómo el hombre "le trabó las piernas haciéndolo caer al piso, y le puso un pie sobre la nuca mientras apuntaba en todo momento sobre la cabeza". Minutos después llegaron corriendo dos policías uniformados (Ariel Canelo y Juan Manuel Morales) y un tercero a bordo de un ciclomotor, que esposaron al muchacho y lo subieron al auto de Olmedo rumbo a la comisaría. Dos de ellos condujeron a la chica a pie hacia la seccional. Mirta del Valle Gallardo, de 60 años, es una sargento de policía que a las 0 de ese día había sido relevada por Olmedo de su puesto en el Concejo. La mujer declaró que a las 7.45 de la mañana el policía la puso al al tanto de la detención que había observado Anillo. Aunque con otros detalles que tiñen de irregularidad el procedimiento de principio a fin. El policía le dijo que vio pasar corriendo a una pareja por 1º de Mayo y Rioja, decidió seguirla y la interceptó cuando tomaba un taxi. Allí "requisó al muchacho y le sacó un revólver calibre 32 y dinero. Llamó por radio y se presentaron el oficial Morales y el cabo Canelo", precisó la mujer. Olmedo no les comentó a sus colegas que se había apoderado del arma y el efectivo que el muchacho habría robado. Y se negó a confeccionar el acta de procedimiento porque "no podía dejar el servicio solo". Pero poco después, según la confesión de Olmedo a Gallardo, se presentaron en el Concejo Morales y Canelo. Ya estaban al tanto de todo y le exigieron que compartiera el botín. El les entregó el arma. Tras ello Gallardo asentó por escrito esta orden: "Nadie puede abandonar el servicio bajo ningún concepto. De ocurrir un ilícito, esposarlos hasta que llega la policía o el Comando". Y al día siguiente le comentó "con lujo de detalles" lo que había pasado al jefe de la comisaría 1ª, Alfredo Porta Guardia. "Sé que lo citó a Olmedo y le fue sacando los adicionales de a poquito", reveló la mujer, que más adelante pidió el relevo de Olmedo del Concejo. "Le perdí totalmente la confianza. Cuando todo salió a la luz él me dijo que lo que había ocurrido se borró, que cerrara el pico, que no tenía pruebas en contra de él". Gallardo manifestó temor por su integridad física y denunció que el cabo Canelo, al tomar estado público el hecho, le dijo: "Que no abriera la boca y que diera cualquier argumento por la orden que dejé en el libro, pero no el real".
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