El crédito se terminó. Los estoicos hinchas auriazules que viajaron hasta el sur del Gran Buenos Aires dejaron en claro que ya no pueden soportar la situación en la que se encuentra el equipo, pero menos aún toleran la falta de actitud que por algunos momentos transforman a Central en un conjunto inocuo. "Sáquense la camiseta, dénsela a la hinchada que juega mejor". Esta fue la frase más hiriente, dejando de lado los insultos obviamente, que salió desde la tribuna visitante. Sucedió en el segundo tiempo, después de que Arsenal se pusiera 4 a 1 y dispusiera de una cantidad increíble de opciones para incrementar el marcador. Pero ese momento de tensión duró muy poco, casi como la sugerencia del final del primer tiempo cuando los simpatizantes exigieron que sus jugadores transpiraran la camiseta. En el último cuarto de hora del partido era patético ver a los hinchas de Central, casi como en una postal, sin el más mínimo ánimo ni siquiera para seguir presentando su postura ante la inexpresiva actuación del equipo de Menotti. Es que el calor, el resultado y la actuación les bajaron la guardia. Algunos de ellos seguramente llegaron ilusionados después de aquella visita privada al vestuario de Palos Verdes durante la semana. Pero está claro que más allá de aquel apriete en cubierto, que obviamente merece el mayor de los repudios, el problema de Central, dentro de la cancha, no pasa ni por el aliento ni por el apriete; ni siquiera por los insultos.
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