Año CXXXV
 Nº 49.627
Rosario,
viernes  11 de
octubre de 2002
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Polémica por la posible relocalización en el marco del plan Rosario Hábitat
Cristalería promete guerra si llevan al barrio a 250 familias de La Lata
Los vecinos temen que se desvaloricen sus viviendas, colapsen los servicios y sobre todo que aumente el delito

Silvina Dezorzi / La Capital

Los vecinos del barrio Cristalería entraron en pánico: temen que 250 familias de Villa Corrientes, más conocida como La Lata, sean relocalizadas en esa zona, en el marco del programa Rosario Hábitat. Los propios habitantes de La Lata serán quienes lo definan, ya que por estos días están votando si prefieren trasladarse a Cristalería, en el extremo norte de la ciudad, o a otro de los dos lugares propuestos por la Municipalidad, ambos en zona oeste. Aunque recién la semana próxima se sabrá la respuesta, los vecinos de Cristalería ya organizan la resistencia, convencidos de que incorporar al menos 1.000 personas de La Lata traerá conflictos al barrio. Los argumentos son que ya sufren graves déficits de infraestructura y servicios, pero sobre todo que el traslado traerá más delito y más inseguridad.
La urbanización que el Plan Hábitat realiza en Villa Corrientes, ubicada en un sector central de Rosario, implica normalizar los loteos y ordenar los pasillos internos del asentamiento. Por eso, unas 250 familias de las 800 que lo integran deberán ser trasladadas a otro sitio de la ciudad en carácter de propietarias. El problema es dónde: de los tres lugares propuestos por el municipio, entre ellos unos terrenos desocupados frente a la calle Villa del Parque de Cristalería, deberán elegir uno.
La noticia de que su barrio sería una de las opciones para reubicar a los habitantes de La Lata corrió como reguero de pólvora en Cristalería, una urbanización de chalets habitados por clase media, la mayoría empleados y hoy también con muchos desocupados. Apenas después de que la Municipalidad envió un ómnibus con las familias a relocalizar para que conocieran el lugar, los vecinos del barrio se organizaron y prometieron dar pelea.
Hace unos días, incluso, desde la vecinal frenaron varios escraches: uno al concejal Sergio Liberati, que según los vecinos "anduvo por el barrio", otro a Patricia Cosolito, que está al frente del proyecto por el Servicio Público de la Vivienda (SPV), y otro al mismísimo intendente Hermes Binner. Por ahora juntan firmas y, si finalmente Cristalería resultara elegida, contemplan hasta cortar la ruta 34, uno de los límites del barrio.

Compartir miseria
Miembros de la comisión vecinal que prefirieron no dar su nombre dijeron, por ejemplo, que ya padecen suficiente la falta de cloacas y de presión en el agua, los bajones de la luz, calles de tierra, una sola escuela y apenas una línea de colectivos (la 107), como para encima "tener que compartir esa miseria con los nuevos habitantes que vengan de La Lata".
Pero esos son los argumentos políticamente correctos. En verdad, apenas se deja hablar a los vecinos aparecen las razones más pesadas: miedo a ser víctimas de la mala fama que tiene La Lata, a que haya más robos, a que aumenten el delito y la inseguridad. En esa línea, sostienen que apenas hay tres efectivos por turno en la subcomisaría que le corresponde al barrio, que jamás hay ronda policial por las noches, que el comisario acaba de desembarcar en esa seccional y que estarán "a la buena de Dios".
"Cualquiera sabe cuál es la fama de La Lata, tengo miedo de que después no podamos ni salir", dijo Norma, propietaria de un pequeño comercio en Cristalería, que recordó haber tomado un taxi hasta Rueda y Corrientes cuyo chofer la tildó de "loca" por bajarse allí. "A la gente no la conozco, puede ser mejor que yo, pero todos dicen que son bravos", agregó.
La experiencia de haber sido víctimas de robos y el prejuicio contra La Lata forman un cóctel explosivo. "Yo no me opongo a que le den beneficios a la gente que está mal, ¿pero por qué traerlos justamente acá, si no lo van a saber aprovechar y capaz que destruyen lo que les den?", se preguntó Mario, empleado de un hospital cercano a Villa Corrientes, para citar un abundante historial de robos de los que han sido blanco sus compañeros de trabajo.
En rigor, no todos en el barrio piensan igual. Los que más tajantemente rechazan la mudanza de las familias de La Lata a Cristalería son los dueños de los chalets, es decir, el segmento social más desahogado, que además teme la desvalorización de sus propiedades y hasta contempla la posibilidad de venderlas. Quienes están en casas más humildes o en casillas dentro del sector muestran posiciones más "solidarias" (ver aparte).

Igualdad de derechos
De todos modos, el programa Rosario Hábitat ya tiene fijada posición. Por un lado, según explicó Cosolito, garantizan que la infraestructura se ampliará en la medida de las necesidades reales, lo que incluye provisión de agua, recolección de residuos, apertura de calles e iluminación, entre otros servicios.
Por otro lado, Cosolito aseguró que "la Municipalidad garantiza que los proyectos funcionen" y que "la idea es integrar a los vecinos". Sin embargo, aclaró que "no es legítimo el reclamo" ni fundado el temor de los propietarios de Cristalería, porque "la Municipalidad debe reconocer los mismos derechos" a todos. "Calificar de malas personas a todo un barrio porque tenga diez aguantaderos es una injusticia", afirmó.
"En La Lata hay gente buena y gente mala como en todas partes, esto es una guerra de pobres contra pobres", sorprendió a La Capital un policía apostado frente al polideportivo del barrio. Y también opinó sobre el tema desde la perspectiva de las fuerzas de seguridad: "Por supuesto que si viene gente de La Lata va a ser más complicado porque los vecinos van a pedir más seguridad. ¿Y con qué se la vamos a dar?".



Una calle separa los chalets de los polémicos terrenos. (Foto: Marcelo Bustamante)
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