Año CXXXV
 Nº 49.625
Rosario,
martes  08 de
octubre de 2002
Min 14º
Máx 23º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






La deuda acecha, pero el apoyo externo existe
Si tanto Lula y el PT como el poder económico actúan con inteligencia, Brasil puede hallar su Tercera Vía

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Adentrarse en los laberintos de la macroeconomía es arduo, pero hoy resulta ineludible si se desea hacer una interpretación más o menos completa de la escena latinoamericana. En general, se tiende a analizar el cuadro internacional en términos de las decisiones de los poderes político y económico, especialmente de los sectores más "concentrados", y a considerar que son el único factor determinante, mientras los datos macroeconómicos se interpretan como meras "variables dependientes" de lo que aquellos deciden.
Pero la historia contemporánea demuestra que muy raramente es así, o que las cosas funcionan de ese modo por un tiempo limitado: cuando en el 94 México se derrumba bajo el efecto tequila, es la macroeconomía la que destroza un armazón de poder político-económico que parecía blindado. El clan Salinas de Gortari reinaba junto a la nomenklatura todopoderosa del PRI con el pleno apoyo de Washington, el FMI y la finanza internacional. Pero ese portentoso montaje se derrumbó por los desajustes cambiarios, o sea, macroeconómicos, y el presidente priísta que siguió, Zedillo, terminó siendo el sepulturero del régimen. Con la convertibilidad argentina pasó algo similar: los dos gobiernos que la sostuvieron tenían fuerte apoyo externo e interno del llamado establishment, y recibieron abundante financiamiento, de los mercados y de los organismos. Pese a este neto apoyo de los centros económicos y políticos internacionales, el esquema monetario y cambiario no daba para más y, como en México, todo se derrumbó.
Brasil y el plan Real podrían seguir una suerte parecida, dentro de un año o menos. Y no porque los mercados le jugarán en contra a un gobierno de Lula, aunque ahora estén convulsionados y los brokers shockeados ante la vista de las banderas rojas con la estrella de cinco puntas que inunda los diarios y cadenas televisivas. Pero los sectores económicos más lúcidos ya se han dado cuenta que Lula no muerde y que deberá, por el propio carácter del sistema político brasileño, buscar alianzas con partidos de centro: en Brasil no se va a ninguna parte sin el apoyo del PSDB, el PMDB o el PFL, o al menos de buena parte de ellos. Cardoso puede dar testimonio: en marzo pasado rompió con el conservador PFL y desde entonces su gobierno quedó semiparalizado.
Pero, más allá del PT y Lula, quien analice la dinámica de la deuda (interna y externa, pública y privada) de Brasil difícilmente pueda ser optimista. Brasil logra hoy casi un 4% de PBI de superávit primario, pero, una vez pagados los intereses de esa deuda enorme, queda con un 6% de déficit fiscal. O sea: el pago del servicio de la deuda se lleva un 10% de la riqueza nacional anual. Y la tendencia de fondo es, como durante toda la era Cardoso, al crecimiento. El paralelo con Argentina se vuelve inevitable.
Los mercados voluntarios de deuda, en los que los países emergentes colocaban alegremente sus bonos en los 90, ya no toman deuda brasileña: otro paralelo inquietante con el caso argentino.
Ante este cuadro tan complicado, parece que los mercados darán un tiempo a Lula y sus futuros aliados para elegir entre una Tercera Vía a la sudamericana, o sea, un reformismo de rasgos moderados y actualizados compatible con las exigencias de la deuda y de los inversores (Brasil recibe, aún en la crisis actual, un envidiable flujo de inversiones extranjeras directas). La alternativa de un giro populista-nacionalista y un acercamiento a Chávez y Castro parece muy poco probable y nadie medianamente inteligente debería estimularla. El raro tacto mostrado por EEUU con Lula es muy indicativo en este sentido.
Para que esa involución populista no ocurra será clave la conducta de empresarios y banqueros brasileños, que ya mostraron señales muy claras y conciliadoras con Lula (como su antigua "enemiga de clase", la federación industrial paulista), a los que deberían sumarse los inversores extranjeros, como ya lo han hecho los organismos internacionales. Y acá parece que también hay otra actitud que ante la crisis argentina: ser la octava economía del mundo no es un detalle. Como dijo una columna de Reuters publicada por esta sección el pasado domingo, "muchas de las preguntas que surgieron luego del default de Argentina han quedado archivadas, pero un derrumbe de Brasil sería demasiado grande para ser ignorado". Anne Krueger, tan implacable con Argentina, fue enfáticamente solidaria en el caso brasileño: "No le daremos las espaldas a Brasil, pase lo que pase". Pero, como se señaló al inicio, que este armazón de apoyo tenga éxito o no depende de variables macroeconómicas muy difíciles de controlar.


Notas relacionadas
Más que en 1998
"Vamos a ayudar a Argentina a recuperarse"
El mal humor reina en los mercados brasileños
Los bancos lamentaron ir a segunda vuelta
Lula comenzó a tejer alianzas para garantizar su triunfo en segunda vuelta
Diario La Capital todos los derechos reservados