Claire De Oliveira
Río de Janeiro. - Con sus decenas de miles de barracas en adobe apiñadas sobre las laderas de la montaña, la Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro, con 250.000 habitantes, está dividida en dos para la elección presidencial. El corazón de los electores oscila entre Luiz Inacio Lula da Silva, el ex sindicalista metalúrgico y líder carismática del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), y el ex gobernador del Estado de Río de Janeiro, el evangélico Antony Garotinho, del Partido Socialista Brasileño (PSB, izquierda populista). Lula encabeza todos los sondeos, mientras Garotinho está en tercera posición. "Voto Lula. Es un tipo sufrido que viene de abajo. No nació en una cuna de oro y luchará por los pobres", declara Cézar, un joven de 22 años, quien nació en la Rocinha. Trabaja como moto-boy y moto-taxi en la favela, donde conoce perfectamente el sinuoso laberinto de callejuelas estrechas encima de las cuales se ve una maraña de centenares de cables eléctricos. "Pago 10 reales (2,7 dólares) por día para poder estacionar delante de este bar-restaurante que nos sirve de parada de taxi. Trabajo independientemente", agrega orgulloso. "Para nosotros, en la favela, la prioridad absoluta es el empleo. Si la gente tiene trabajo, habrá menos violencia",dice. En esta calle más ancha que la mayoría, sólo queda un cartel electoral que se balancea entre los cables de electricidad y llama a "más justicia social". "Es el de «Amendoim» (Maní) candidato negro de la Rocinha a un cargo de diputado federal por el Partido Comunista de Brasil (maoísta), aliado al PT", explica Cézar. Maní se hizo famoso al presentarse en el programa de TV de competiciones entre concursantes desconocidos, y denunciar su presunto racismo tras ser el primer eliminado. El fin de semana pasado, la alcaldía ordenó retirar toda la propaganda electoral para luchar "contra la contaminación visual". Además de presidente, los brasileños deberán elegir los gobernadores y legisladores, lo que acarrea toneladas de carteles y propaganda de todo tipo. "Yo voto Garotinho. Me gustaron las obras que realizó cuando era gobernador, el «piscinao», la gigantesca piscina a cielo abierto construida para los pobres de la periferia, cerca del aeropuerto internacional y los restaurantes a 1 real (0,30 dólares)", afirma Marly, una empleada doméstica. Evangélica al igual que su candidato, se dice "inmune a los narcotraficantes" gracias a esta religión. Marly insiste en decir que "los narcos que dominan las favelas nos dejan en paz y no reclutan a nuestros niños cuando saben que pertenecemos y frecuentamos estas iglesias evangélicas". Como en la mayoría de las 800 favelas de la ciudad donde viven 1,2 millón de los 5,3 millones de habitantes del casco urbano, "la comunidad evangélica de la Rocinha, o sea cerca de la mitad de la población, vota por Garotinho", afirma Carlos de Carvalho, un educador católico del lugar. "De los 200 a 250.000 habitantes, ya que el censo desconoce el número exacto a raíz de las migraciones constantes, se estima en 40.000 el número de electores registrados. Muchos vienen del nordeste y no tiene empadronamiento electoral en Río", precisa. Al pie de la favela, decenas de barracas de vendedores ambulantes se concentran. Son todos desempleados que recurrieron a la economía informal para sobrevivir. (AFP)
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