Suele suceder, aunque no es lo más frecuente, pero pasa. Hay equipos que después de conseguir un gran objetivo se relajan y consecuentemente decaen en su rendimiento. Para colmo de males, en este caso debe apuntarse que Central no está en condiciones de darse esos lujos. Podría pagar muy cara la desidia. Siempre y cuando el diagnóstico sobre la enfermedad sea el correcto. Si es así, es subsanable. Sería mucho más complicado que el mal que aqueja a los canallas fuera futbolístico. En esos casos, los cambios que buscan mejoría suelen ser traumáticos. Lucubraciones al margen, las estadísticas son lapidarias. Central hace cinco fechas que no gana. Su último triunfo fue justamente en el clásico, partido en el que quebró una racha de 22 años sin victorias en el parque Independencia y quedó como líder exclusivo del torneo Apertura. Pero fue sólo un amor de primavera. De los últimos cinco partidos sacó tres puntos sobre 15. Hace tres que no gana como local y lleva dos derrotas consecutivas como visitante. Los jugadores coincidieron en la semana por amplia mayoría -no podría esperarse otra cosa- en que el problema no es táctico, sino técnico. Pero fue sólo un acto de camaradería que trata de sacar de la tormenta al cuerpo técnico; justamente el núcleo encargado de pilotearla. Las razones existen y son de todos los colores. Las hay tácticas, las hay técnicas, de actitud y de aptitud. Menuda tarea la de Menotti en la semana que vendrá. Se acerca un partido muy importante con Arsenal en la cancha de Lanús. El Flaco deberá sentarse del otro lado del diván, ponerse el traje de técnico con algunos detalles de overol para corregir los errores estratégicos y meter bisturí a fondo si cree que el equipo necesita cambios para emular aquel comienzo brillante.
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