María Laura Araoz
Berlín. - El democristiano Helmut Kohl ganó las elecciones de 1994 con la promesa de un liderazgo claro y merced a los votos que le otorgaron los habitantes del este alemán, pese a que había incumplido la promesa de convertir la antigua región comunista en "paisajes florecidos". Ocho años después, el socialdemócrata Gerhard Schröder reeditó un triunfo similar, llevándose la palma del vencedor en las cinco regiones de la extinta Alemania Democrática, que le dieron su voto pese a que siguen sumidas en problemas económicos y con un desempleo que afecta a 17,7% por la población. EL SPD obtuvo 39,7% de los votos en el este, y fortaleció su posición de primera fuerza en 4,6 puntos respecto a 1998. El triunfo tiene varias razones, y una de las más importantes es, sin duda, la rápida reacción del gobierno en las zonas damnificadas por la crecida del río Elba, que además desató una ola de solidaridad en todo el país sin distingos entre este y oeste. También el rechazo de Schröder a los planes de Washington de emprender una guerra contra Irak tocó la fibra antiamericana de muchos alemanes de la ex república socialista. La victoria de los socialdemócratas tiene una contracara: la debacle de los neocomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS). Los ex comunistas del este perdieron 300.000 votos en favor del SPD y quedaron un punto por debajo del umbral del 5% para tener escaño (1,1 puntos menos que en 1998). Sólo estarán representados por dos candidatas elegidas por mandato directo que actuarán como independientes. Según los analistas de los institutos demoscópicos, el PDS fracasó porque doce años después de la reunificación dejó de ser portavoz de los alemanes orientales y debido a que en estas elecciones no se percibió la protesta y la frustración que solían canalizar los orientales a través del voto a los poscomunistas. "La sangría de votos en las elecciones legislativas marcó el principio del fin", vaticina, incluso otro experto, el politólogo de la Universidad de Leipzig Christian Fenner. El analista agregó que también el abandono de la política activa por parte de dos miembros del carisma de Gregor Gysi y Lothar Bisky, perjudicó considerablemente al partido, que perdió a dos referentes importantes para los electores. El elocuente abogado Gysi renunció hace poco al cargo de ministro de Economía de Berlín envuelto en un escándalo por el uso privado de millas aéreas acumuladas en viajes de servicio, pero muchos lo acusan de no haber querido enfrentar la dura tarea de sanear las ruinosas finanzas de la capital alemana. (DPA)
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