En una semana dos mujeres rosarinas ejecutaron la conmocionante decisión de eliminar a sus hijos. Además de la coincidencia escalofriante de que en la misma ciudad se registraran dos casos de filicidio en un lapso tan breve, aparecen, en uno y otro caso, similitudes llamativas: los dos crímenes se cometieron en hogares de clase media sacudidos por penurias económicas, concretados por personas que atravesaban crisis depresivas profundas y reconocidas por proteger con esmero a sus hijos. En ambos casos, además, las víctimas murieron por estrangulamiento. El lunes pasado a la mañana los vecinos de Chubut al 7300 se enteraban de que Stella Maris González, de 44 años, había ahorcado a Rocío, de 7, a quien había mantenido oculta en un placard de su casa durante un día. La gente de esa cuadra de barrio Belgrano estaba congelada de asombro y tristeza. Tenían gran estima por Stella, sabían que el desempleo en su familia la había quebrantado emotivamente y aludían a ella como una madre preocupada hasta la obsesión por sus hijos. Laura Ledesma, también desempleada, vivía sin ingresos fijos en su departamento céntrico. A su crisis económica se sumaba la dificultad de criar a un adolescente con una discapacidad profunda teniendo ella misma una limitación física. Los vecinos dijeron ayer que Laura cuidaba "con devoción" a su hijo. El estremecedor crimen conocido el lunes pasado originó, además del horror, discusiones y búsqueda de explicaciones acerca de los desórdenes emocionales profundos que pueden llevar a un padre a matar a su hijo. En su edición de ayer, La Capital dedicó una página a compulsar las razones oscuras de un filicidio. Un psicoanalista que investigó esos episodios, Carlos Horacio Bembibre, dejó algunos conceptos respecto del impacto del caso de la conducta de Stella Maris que, por la similitud de algunos rasgos que comparten ambos casos, parecen aplicables al del comportamiento de Laura Ledesma. Opiniones de Bembibre sobre el impacto de este tipo de hechos y sobre el asombro que provoca que los produzcan personas en apariencia normales. * "Si este crimen puede conmover más que otros no es por la forma de llevarse a cabo ni por la edad de la víctima sino porque el agente del acto es la madre. Este crimen sacude de una forma brutal un valor esencial, que es la función de una madre. A primera vista uno se vería tentado a pensar como antinatural que una mujer mate a sus hijos, pero también hay que tener en cuenta que la maternidad en los seres humanos no tiene nada de natural. Aún cuando se apoye en la biología, la maternidad no tiene nada que ver con la biología. No es una cuestión de instinto: una criatura que llega al mundo no garantiza que la mujer que la da a luz tenga el estatuto de madre. Madre es la mujer que no sólo cubre las necesidades vitales del chico sino que al mismo tiempo lo baña de lenguaje, le transmite la cultura, sabiendo que en un acto de amor, más tarde o más temprano, lo va a tener que entregar a la cultura convertido en hombre o mujer. A simple vista, no es este el caso, por lo que ocurrió. * Se podría decir que la locura tiene dos grandes formas de hacerse pública. Hay locuras parlanchinas, que no cesan de comunicar y expresar sus delirios. Son tan visibles que uno no vacila ni duda. Y hay otras locuras que son muy silenciosas, pasan casi inadvertidas. A lo mejor esas personas no tienen grandes alucinaciones ni están delirando pero un solo acto que cometen basta para que toda la locura aparezca, y esa sea la muestra de la locura.
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