Alejandro Cachari / La Capital
Quizás sea necesario tomar un poco de distancia. Dejar que se tamice la bronca. Que la adrenalina descienda, para poder hacer un análisis medianamente acabado y fundamentalmente desapasionado de la eliminación argentina en las semifinales de la Copa Davis. Una revisión apresurada podría caer en conclusiones erróneas y fundamentalmente injustas. Bien podría decirse que Argentina cayó ante el primer adversario de jerarquía que tuvo, que lo mismo sucedió con Gaudio, quien venía con un récord de 9-0 en la Davis, que carece de resto físico, que a Chela siempre le faltan 5 para el peso, que con Cañas hubiera sido diferente, que el crecimiento del tenis argentino no es para tanto... Lo cierto es que también existe el exitismo desde la otra vereda, la optimista; o genuflexa en todo caso. Que el arbitraje fue pésimo, que los líneas perjudicaron la suerte de Argentina e incidieron en el resultado final, que sólo la superficie impidió el acceso a la final, que la mala suerte... Parece un buen momento para reivindicar la extraordinaria temporada del tenis argentino, que este fin de semana provocó una de las mayores emociones deportivas del año con la actuación de Arnold y Nalbandian en el dobles. Que es la primera vez desde los tiempos de Vilas y Clerc que aparece una generación, mucho más numerosa, con chances de erigirse en la más importante de todos los tiempos. Es una oportunidad imperdible para disfrutar. Para no incurrir en los mismos errores e injusticias que las que debieron purgar Vilas y Sabatini sólo por cometer el pecado de ser inferiores al sueco Bjorn Borg y la alemana Steffi Graf. El tenis masculino argentino llegó a las semifinales de la Copa Davis después de 10 años de ausencia. El año que viene habrá una nueva chance entre los mejores. Es probable que Alejandro Gattiker tenga más dudas que ahora para la convocatoria. Porque estará en condiciones Cañas, porque el Mago Coria se prenderá seguramente en la pelea por ser el mejor argentino, porque a fuerza de resultados Acasuso podría meterse entre los postulantes. Al fin y al cabo con él entre los titulares, el equipo nacional se adjudicó en Alemania la Copa del Mundo por equipos. Un Masters Series ganado (Cañas en Toronto), uno de los torneos más importantes sobre polvo de ladrillo en las vitrinas (Gaudio en Barcelona), la final de Wimbledon (Nalbandian), la batalla de Cañas ante Carlos Moyá, considerado uno de los partidos más impactantes y de calidad de la historia de Roland Garros, el dobles del sábado (uno de los tres partidos más largos de la historia de la Davis), una muy buena cosecha de challengers, el número uno del mundo para Paola Suárez en dobles con dos triunfos en torneos de Grand Slam sobre tres finales, la semifinal de Clarisa Fernández en Francia... Sólo faltó el asalto final. En la Davis o en algún gran torneo. Pero como diría el inefable entrenador de fútbol, la base está. Y vaya si está. Siempre hay errores, permanentemente aparecen cosas por corregir, pero este es un momento para disfrutar. Para sentirse orgulloso de poder sufrir las alternativas de los torneos de tenis más importantes del mundo con varios argentinos como protagonistas. Y en la superficie que sea. Ya no hace falta esperar la temporada de canchas lentas para esperar algún título.
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