La ópera, no es novedad, constituye un pretexto ideal para el despliegue del glamour y la elegancia. En la noche del viernes, El Círculo no fue sólo el escenario idóneo para el melodrama verdiano sino para la renovada puesta en escena de la belleza rosarina. Los intervalos, matizados con burbujeante champán, tibio café y esponjosos brownies , fueron el coto de caza de las miradas. Diálogos, sonrisas, chismes, guiños: otras de las razones de una nutrida convocatoria. ¿Frivolidad? Sin dudas. Pero, también, una parte intransferible y entrañable del encanto.
| |