Año CXXXV
 Nº 49.603
Rosario,
lunes  16 de
septiembre de 2002
Min 8º
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Música / Crítica
La Traviata: El brillo intacto de una ópera genial

Sebastián Riestra / La Capital

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Intérpretes:Natasha Tupín (Violetta Valéry), Gerardo Marandino (A. Germont), Leonardo López Linares (G. Germont) y otros.
Dirección: Daniel Suárez Marzal.
Género: Opera.
Sala: El Círculo.

Cuando el 6 de marzo de 1853 se estrenó "La Traviata" y la reacción del público veneciano fue estallar en carcajadas, Giuseppe Verdi no se arredró. "«La Traviata» fue un gran fiasco y lo que es peor, el público rió -le escribió a un amigo-. Y bien, ¿qué quiere que le diga? No me inquieto. Yo estoy equivocado, o ellos yerran. Por mi parte, no creo que anoche se haya dicho la última palabra acerca de «La Traviata». ¡Volverán a verla, y entonces hablaremos!". La predicción del gran compositor italiano nacido en 1813 y muerto en 1901 dio en el blanco. "La Traviata", esa melodramática historia de amor basada en "La dama de las camelias", se ha convertido desde entonces en una de las óperas más exitosas -y amadas- de todos los tiempos.
Una nueva demostración del fervor que despierta esta obra se produjo el viernes por la noche en el teatro El Círculo, donde un elenco de Buenos Aires encabezado por la talentosa soprano Natasha Tupín revivió la ceremonia. Ante una sala casi colmada, que exhibió más entusiasmo que concentración, pudo apreciarse una puesta en escena tan sólida como audaz, en la que los aciertos superan a los defectos.

  

El resumen del arte occidental
La ópera, según saben quienes la conocen y valoran, es mucho más que música. Suma de las artes mayores de Occidente, esta combinación de poesía, plástica, teatro y (ahora sí) música mantiene intacto su antiguo magnetismo y continúa, pese a la escasa renovación del repertorio, seduciendo a los espectadores. La historia de Alejandro Dumas (h) basada en un hecho de su propia vida, el desafortunado amor que sintió por la cortesana Alphonsine Du Plessis, que murió a los 25 años y cuyos restos reposan en el célebre Père Lachaise parisiense, fue transformada por el talento de Verdi en una página excepcional del género, ajena a toda rutina.
Sus exigencias no son escasas. La partitura demanda de la cantante que asuma el rol de Violetta una suma de virtudes en dos territorios muy distintos: por un lado, el bel canto, vinculado con la tradición previa y que requiere la afiatada emisión de notas agudísimas; por otro lado, el costado más puramente verdiano, relacionado con el aspecto dramático, y que demanda de la soprano aplomo y vigor. El desafío, nada sencillo, fue resuelto con altura y versatilidad por Natasha Tupín, nacida en Buenos Aires, quien mereció largamente la lluvia de aplausos con que la premió la gente.
En el rol de Alfredo Germont, el tenor uruguayo Gerardo Marandino exhibió consistencia, aunque no brillo. Un arranque inseguro fue compensado por un cierre sereno; pero no fue el suyo el punto más alto del espectáculo.
El ambiguo malvado de la historia -el padre de Alfredo, Giorgio Germont- fue asumido con pleno éxito por el barítono porteño Leonardo López Linares. El aria de consuelo a su hijo, destruido por el dolor de la pérdida, es uno de los momentos más conmovedores de la obra.
La orquesta, sobria, bien conducida por Mario De Rose, acompaña con calidez y precisión a las voces.
La puesta en escena es el ítem más controversial. Por completo desobediente de las indicaciones del libreto, opta por un registro vanguardista y obtiene en el tercer acto los mejores frutos de una búsqueda desprejuiciada. Pero está a la altura de los elevados parámetros que fijan cantantes y orquesta; no es poco mérito.
Merece ser destacado el trabajo de Daniel Suárez Marzal, responsable de la régie, aspecto subvalorado un siglo atrás y que tanta importancia ha adquirido en las últimas décadas. Teatralmente, la puesta resulta convincente. Aun los momentos de estatismo poseen la intensidad necesaria, y los cantantes afrontan con suceso las exigencias actorales que sus roles requieren.
El resumen de la velada, entonces, justifica un encabezamiento que incluya la palabra éxito. No abundan en Rosario las oportunidades de disfrutar de un espectáculo con los méritos de que hace gala esta oportuna resurrección de "La Traviata".



Gerardo Marandino (Alfredo) y Natasha Tupín (Violetta). (Foto: Hugo Ferreyra)
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