Miguel Angel Mancini / La Capital
El anuncio brindado por el padre José Guntern de que la gestión del arzobispo de Santa Fe, monseñor Edgardo Storni, "está llegando a su fin", en coincidencia con las fuentes vaticanas oficiosas a las que tuvo acceso este matutino, quedaría concretado si se confirma que la Santa Sede resolvió que el obispo no retorne a su diócesis y darle un cargo superlativo sin exposición al público. Esta especie circuló ayer con gran insistencia en los medios de prensa de la capital de la provincia, incluyendo a los que en un principio pregonaban la cautela ante la situación creada, sosteniendo que el libro "Nuestra Santa Madre", de Olga Wornat, era una campaña para vender ejemplares. La versión sobre la suerte de Storni -que confirma lo publicado por La Capital en su edición del viernes pasado- señala también que se llegó a esa determinación ya que la crisis en la curia santafesina representa un caso inédito, difícil de soslayar. Una fuente altamente confiable consultada por este diario consideró que "la medida resulta razonable porque en otros tiempos se acostumbraba a resolver estas cuestiones dándoles un cargo de embajador, pero en esta ocasión sería más que escandaloso, teniendo en cuenta el nivel al que se ha llegado". Asimismo, opinó que "el hecho de que lo hayan llamado y lo ubiquen en un lugar de segunda o cuarta categoría para que no tenga contacto con el público, ya resulta un castigo", porque "con esto se le terminó la carrera, pero no se va a poder sacar nunca el rótulo de la frente". Pero el informante fue aún más allá al sostener que "después quedaría por remover a todo el grupo de sus colaboradores, porque de esta situación Storni no es único responsable, sino que son varios", al tiempo que apuntó que "seguramente, cuando se nombre un nuevo obispo éste se encargará de removerlos". Sin embargo, la medida podría ser aún más severa "porque la legislación del Vaticano ha cambiado rotundamente. El Papa ha dispuesto que todo sacerdote que incurra en casos como los imputados a Storni será despojado de su investidura, privado de su ministerio y que se dará curso a la Justicia civil. Hay que recordar que el juez que se atrevía a juzgar a un sacerdote u obispo antes quedaba excomulgado". "Esta decisión puede interpretarse como encuadrada en una nueva actitud pastoral de la Iglesia. La jerarquía católica no quiere desviar más la vista de los episodios que manchan la blancura de la Esposa de Cristo. No sólo ha pedido perdón por lo ocurrido en el pasado. Ahora se preocupa por sanar las heridas del Pueblo de Dios, de manera que sea la luz, la confianza y la rectitud, las que prevalezcan sobre la confusión y las desviaciones", remarcó.
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