Del matrimonio Avila nacieron Sabrina (21), Nahuel (20) y Carolina (17), a quien por ser la más chica todavía pueden dejar sin ir a bailar cuando se manda una macana. Con los más grandes ya se resignaron, hay otros límites en juego. Estela (45), la mamá, dice ya estar acostumbrada a las salidas de sus hijos pero reconoce que no duerme hasta que los ve llegar "sanos y salvos". En cambio, Luis (49), el padre, dice que siente tranquilidad porque sus hijos respetaron siempre pautas básicas como la del horario: "Acá saben que no se llega ni a las 7 ni a las 9 de la mañana. A lo sumo a las 4.30. Y que si se hace tarde, preferimos que se queden a dormir en lo de un amigo y no que se vuelvan solos". Que sus hijos se mantengan en grupo parece ser una tranquilidad para los Avila. Y para lograr ese objetivo prefieren desembolsar hasta 10 pesos por salida para que Carolina se tome un remís con sus amigas, antes de que se vuelva en ómnibus. "Es que la noche fue siempre peligrosa, pero ahora está imposible. Me aterra pensar que cualquier patota pueda atacar a mis hijos, que les roben", dice Estela, quien agrega que ve bien que se haya reforzado el operativo policial a la salida de los boliches los fines de semana porque se siente más tranquila. Luis, quien a la vieja usanza dice "discoteca" cuando quiere referirse a los "boliches", no ve bien que su hija adolescente (Carolina) tome alcohol, pero reconoce que de la noche de sus hijos lo que más le da miedo es "la droga y cómo manejan los jóvenes que salen con sus autos o los de sus padres".
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