Matías (17), por ser el más grande, fue el primero en sufrir en carne propia el desfazaje generacional con sus padres. "Lo llevé a su primer baile en un boliche a las diez de la noche y lo pasé a buscar a las doce. Pobrecito, se quedó toda la noche en la puerta sin bailar. Me costó acostumbrame a las reglas de hoy: salen recién después de la medianoche", cuenta Laura Caviglia (43), madre también de Pablo (15). Los padres de Matías y Pablo están separados, pero al decir de Laura comparten "temores, reglas y recomendaciones" cada vez que sus chicos salen a la noche. Cuando habla de los temores, Laura dice que no le gustaría "ni medio" que se los lleve la policía por no tener documentos. La regla "inquebrantable para el que sale", agrega la madre, es "avisar telefónicamente dónde están, si cambian de destino o van a llegar más tarde. Acá hay teléfono y celular así que no hay excusas". Y entre las recomendaciones no faltan la de "tratar de no tomar demasiado, no meterse cuando hay lío, que el grupo de amigos siempre se mantenga junto y, ante el menor problemas, que vengan a casa". Sobre este último punto Laura se explaya: "No se trata de que sientan que en mi casa se hace lo que se quiere, o que soy amiga de ellos y de sus amigos. Tengo claro que soy su madre y mis hijos aún tienen edad para que les diga qué pueden hacer y qué no. Pero, por tranquilidad, a veces los prefiero cerca, y no en la calle". También hay una regla tácita en la familia que mucho tiene que ver con lo económico. "Si se sale el viernes, no se sale el sábado. Todo no se puede", aclara Laura, quien reconoce que hay una batalla que ya perdió con sus hijos. "Ya no me piden permiso para salir. Salen".
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