Sergio Fernández, a quien todos en Ludueña conocen como Barón, era uno de los tantos adolescentes con destino incierto que deambulaba sin rumbo cierto por el barrio, hasta que tuvo la fortuna de conocer a Pocho Lepratti. Barón tenía un hermano que cayó en la delincuencia y fue abatido por la policía, y tal vez cabía esperar en su caso un destino similar. Sin embargo, hoy es un joven de veintitrés años lleno de proyectos, decidido a mantener viva la memoria de "San Pocho de Ludueña", con quien compartió los que considera los mejores diez años de su vida. Barón integró junto a otros chicos uno de los grupos de reflexión y trabajo orientados por Lepratti, rescata "su gran solidaridad y coherencia" y asegura que "en ese camino de crear al hombre nuevo, el Pocho es como un espejo en el cual tendríamos que aprender a mirarnos".
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