Santa Fe. - "La culpa es de la Iglesia". "Storni es inocente". "Estoy segura de que abusó de los chicos". "Si cometió un pecado, debemos perdonarlo". "Todo el mundo acá sabía lo que el arzobispo hacía". "Por fin alguien cuenta la verdad". "Monseñor sería incapaz de cosas tan horribles", estas y muchísimas otras son las frases que a cada paso se escuchan en la calle, en las plazas, en los bares, y en cualquier lugar donde haya dos o más santafesinos juntos. La ciudad está convulsionada y no es para menos. Los más viejos de la capital provincial no recuerdan un revuelo similar, ni siquiera cuando el ex subtesorero del Banco Nación Mario César Fendrich se alzó con 3.181.200 pesos el 23 de septiembre de 1994. En aquel momento todos hablaban del bancario, pero los comentarios eran a viva voz. Nadie temía conversar con la prensa. Todos opinaban. Algunos a favor, otros en contra. Para algunos Marito era un ídolo. Para otros, un demonio. Pero ahora el escenario es muy distinto. Todos hablan del arzobispo Edgardo Gabriel Storni, pero con cuidado. El sigilo reina en todos los espacios públicos. Todos temen ser escuchados. Es más, se cuidan al extremo de toparse con un periodista. Los anotadores, las cámaras y los grabadores funcionan como cierre relámpago en las bocas de los santafesinos. Y esta actitud, que ahora floreció entre los funcionarios -acostumbrados a opinar sobre cualquier tema, en cualquier circunstancia-, también se reproduce entre los habitantes de esta ciudad. Y ni qué decir entre la comunidad católica. El extremo del silencio reina fundamentalmente en la cúpula de la Iglesia. "Acá no hay nadie y no va a venir nadie", se cansó de responder a este diario el ordenanza del Arzobispado, que es el único ser vivo que asoma la nariz a la puerta y se atreve a dialogar con los periodistas que tocan a esa puerta. La comunidad está dividida. Y eso se nota a las claras. Están los que creen que Storni es inocente y están los que consideran que las acusaciones lanzadas en contra del arzobispo son verdad.
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