Año CXXXV
 Nº 49.536
Rosario,
jueves  11 de
julio de 2002
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Mandra ya jugó de titular

Los 60 minutos de fútbol que realizó ayer a la tarde el plantel auriazul en la cancha auxiliar del estadio mundialista de Salta se convirtieron en el escenario fértil para que Martín Mandra empezara a tutearse con la pelota portando la camiseta de entrenamiento de Central. El delantero de las tratativas controvertidas e infinitas reemplazó en el equipo titular al Torpedo Arias, y si bien no estuvo muy participativo en las jugadas, los 25 minutos que le tocó estar le alcanzaron para mostrar que la sociedad con Lucho Figueroa está lejos de ser una utopía. Todo lo contrario, por lo menos ayer se encontraron en varias ocasiones y en más de una oportunidad se entendieron como si se conocieran desde antes.
La jornada para Mandra había empezado desde muy temprano, cuando hizo su presentación a la mañana en el campo La Loma. En esa oportunidad realizó todos los trabajos a la par del grupo y se mostró bastante introvertido para relacionarse con sus nuevos compañeros. A medida que el profesor Signorini lo iba acoplando al resto del plantel, él se iba soltando.
Pero esa postura tímida la abandonó por completo cuando el Flaco Menotti le dijo a Poncini que lo llamara para que hiciera un rato de fútbol para el lado de los supuestos titulares. Ahí el atacante lució enérgico, pidió la pelota con gritos y pivoteó cada vez que De Bruno encaraba por el medio o Figueroa generaba espacios para el pase-habilitación.
Otra de las gratas señales que dejó el entrenamiento futbolístico fue la buena actuación del pibe Marcelo Maidana. Pensar que hasta hace un mes este chico tenía más de un pie afuera de Central (iba a quedar libre) y con la buena respuesta que dio en las tres semanas de pretemporada que realizó el plantel en Palos Verdes no sólo se ganó el derecho de venir a Salta sino la palmada consejera del entrenador. En la práctica del martes, después de otra buena tarea jugando para los suplentes, el DT se le acercó y estuvo charlando algunos minutos con él. A pesar de que no trascendió lo que le dijo, no había que ser un adivino para darse cuenta de que lo estaba felicitando por su contracción al trabajo y por su notable progreso.


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