Miguel Pisano / La Capital
Ahora que el sueño del tricampeonato terminó como la última ilusión argentina de estos tiempos de globalización de la miseria y la injusticia hasta los alcahuetes de los multimedios más poderosos, que le chuparon las medias durante estos cuatro años, se le animan al pobre Bielsa, que está en la lona y no encuentra el rincón, como un viejo campeón de vuelta de su peor batalla. Típica actitud de policía provinciano, que trata de señor y se pone de alfombra de los ladrones de guantes blancos con la misma fruición con la que les mete balas y goma a los pibes de la cancha y a los ladrones de gallinas, los mismos que hasta hace un par de días le cantaban loas son los que ahora le caen sin miramientos. En el otro rincón, los bielsistas más recalcitrantes, entre los que también figuran algunos colegas que opinan de buena fe a pesar de su autismo futbolístico, se han cansado de negar el fracaso del técnico hasta el hartazgo, cuando en realidad el propio entrenador los ubicó apenas llegó al país y aceptó la derrota con hidalguía, como él mismo había anticipado en calificar cualquier resultado que no fuera el logro del título, antes de viajar a Japón. "No hay que tenerle miedo a la palabra fracaso", sorprendió el propio Rafael Bielsa, hermano del técnico, en otro aporte de lucidez sobre un juego que habría que desdramatizar no sólo cuando uno muerde el polvo de la derrota. En realidad, Bielsa cometió un cúmulo de yerros difíciles de imaginar hasta para sus más acérrimos críticos, pero también habrá que aceptar que era difícil predecir actuaciones tan bajas de buenos jugadores como Verón, Ortega, Simeone y el propio Batistuta. Por momentos, el técnico, que es uno de los entrenadores argentinos que más y mejor conoce a la selección, tomaba decisiones como si fuera la mina de la publicidad de Venus, que pedía a los gritos que entrara la Brujita Ortega, pero sería necio negar ahora su capacidad de análisis, la seriedad de su trabajo y la honestidad e igualdad que observó en el trato con la prensa, en el que pesaba lo mismo el mayor multimedios del país que el diario El Mosquito de Quemú Quemú. En síntesis, Bielsa está entre los entrenadores argentinos que más conoce de táctica y posee una gran capacidad de análisis y diagnóstico, así como entre los que menos capacidad de comunicación y dinámica de grupos tienen, motivo por los cuales bien podría serle muy útil a la selección como analista de equipos y jugadores a través de sus miles de videos, pero sin cargarle la responsabilidad de conducir un equipo. "Hacé bien lo que sabés, y no te metas en lo que no es tu fuerte", le aconsejaba el Chivo Pavoni a uno de sus hijos jugadores, antes del debut. Y ése es justamente uno de los tantos males argentinos: no saber aprovechar a cada persona de acuerdo a su capacidad en la función que la más puede rendir. Sería fantástico que los argentinos tuviéramos la humildad y la grandeza de aprender de nuestros propios errores y que, de un vez por todas, aceptemos que el fútbol, como la vida misma, es un juego de equipo.
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