Año CXXXV
 Nº 49.442
Rosario,
domingo  07 de
abril de 2002
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Opinión: Rehenes de una dirigencia impávida
El gobierno realiza lacrimosos pedidos de auxilio para lograr la ayuda del FMI en lugar de elaborar un plan sustentable

Antonio Margariti

La puja de nuestros gobernantes con las autoridades norteamericanas y los funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) con la finalidad de recibir una ayuda financiera, parece no tener fin. Está compuesta por lacrimosos pedidos de auxilio y reprimendas muy duras que se asemejan a un diálogo de sordos, donde "no hay peor sordo que el que no quiere oír".
Inútiles parecen los intentos para persuadir a nuestro gobierno de que debe preparar un plan económico sustentable y coherente si quiere recibir ayuda financiera y rescatarse de los problemas que él mismo ha provocado. La tenacidad y malicia con que nuestros funcionarios rechazan este elemental pedido, nos llena de estupor y vergüenza.
Ellos piensan que con picardía pueden asustar al gobierno yanqui para que le ordene soltar al FMI nada más y nada menos que 25.000 millones de dólares. Así sueñan con que la clase política nativa podrá salvarse del naufragio y seguir la fiesta.
El juego fue ideado hace tiempo por Menem y Cavallo, cuando armaron el mecanismo para financiar el gasto público con emisión de dinero convertible en paridad con el dólar, mediante el incremento de la deuda pública.
La deuda del Estado se registraba como pasivo en los libros de la Tesorería General de la Nación mientras que los dólares prestados se contabilizaban como activo en el Banco Central. Como ambos balances no se consolidaban, estas cifras tampoco se conciliaron y ello hizo posible la alegre creación de argendólares para que el gobierno pudiera gastarlos.
Dicha "contabilidad creativa" fue posible porque el Banco Central aparecía en los papeles como un organismo jurídicamente independiente del gobierno. Por más de una década la deuda pública creció a un ritmo medio anual de 12.000 millones de dólares.
Esa y no otra fue la quintaesencia del modelo económico menemista que ahora la alianza gobernante denomina "modelo neoliberal".
Pero esta vez el juego se ha terminado. Y las exigencias del país del Norte se parecen cada vez más un ultimátum destinado a terminar con una dirigencia política mendaz, ineficiente y deshonesta.

El plan que reclama el Fondo
El plan sustentable que nos piden y que tercamente Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov se resisten formular, deriva del "Consenso de Washington" y se compone de diez mandatos muy claros:
* Disciplina fiscal, para que el gobierno nacional y las provincias no gasten más de lo que puedan recaudar con impuestos, sin incurrir en déficit financiable con deuda.
* Reorientación del gasto público, no con la intención de reducirlo sino para cortar víveres a los punteros, manzaneras, ñoquis y empleados públicos ocupados en tareas inútiles, derivándolo hacia fines sociales como seguro de desempleo y sistemas de educación, salud y seguridad bien organizados y con manejo de fondos transparentes.
* Reforma fiscal, pasando de la caterva de actuales impuestos a sólo dos tributos bien simples y contundentes:
a) el impuesto a la renta global de las personas, donde todo el mundo pague el 17% de sus ingresos monetarios, incluyendo las rentas financieras, después de deducir una cifra para sostener a sus hijos, cónyuge y familiares directos a cargo, y
b) el impuesto al flujo de fondos de las sociedades, en sustitución del IVA, ingresos brutos, ganancias y renta presunta, con la misma alícuota del 17% aplicada a las ventas brutas y descontando aquellos rubros que permitan incentivar el crecimiento económico y la creación genuina de puestos de trabajo como ser: materia prima de origen nacional, insumos locales, inversiones en bienes de producción, mano de obra con sus cargas sociales y honorarios por locación de servicios.
* Liberación financiera, para permitir el levantamiento del corralito bancario, respetando los créditos de los ahorristas según la moneda de origen en que fueron hechos y restaurando la libertad para operar con bancos dentro de las reglas financieras que todo el mundo civilizado acepta.
* Política cambiaria, que termine con el control de cambios, restituya las divisas a los exportadores y no imponga al Banco Central la venta preferencial de dólares a deudores e importadores; las divisas deben considerarse como una mercancía cualquiera que la gente o las empresas pueden comprar, vender, depositar o transferir libremente sin permiso previo del gobierno.
* Liberación comercial, asegurando el libre comercio con todos los bloques de naciones, sin retenciones a la exportación, con un arancel de importación bajo y uniforme y salvaguardias efectivas para defendernos de maniobras proteccionistas de países que traban el ingreso de nuestros productos o subsidian su producción mediante devaluaciones y dumping.
* Inversiones extranjeras directas, para que no reciban un tratamiento discriminatorio ni preferencial y puedan entrar o salir libremente del país ejerciendo el derecho de tener utilidades y remesar dividendos después de haber pagado impuestos en igualdad de condiciones con las empresas nacionales.
* Privatizaciones respetuosas de las leyes nacionales y con garantía de que los contratos firmados serán lealmente respetados mediante la acción independiente de la justicia local e internacional o tribunales arbitrales.
* Desregulaciones aseguradas mediante un marco legal amplio, no discriminatorio y aplicable a todos por igual a través de una política económica estable que libere a las empresas de trabas y obstáculos administrativos, supeditando sus decisiones sobre precios y tarifas a la libre competencia y no al acatamiento de resoluciones administrativas, que generalmente son dictadas con la turbia intención de tramitar excepciones cobrando coimas.
* Preservación de los derechos de propiedad, para que la independencia económica que proporciona la propiedad privada de los medios de producción sea garantía efectiva de la libertad política y el respeto a los derechos individuales de empresarios, trabajadores, profesionales, jubilados, pensionados, ahorristas e inversores.
Todo esto es lo que el gobierno de EEUU y las autoridades del FMI exigen cuando condicionan la ayuda solicitada por Duhalde y la alianza que lo sostiene, al pedirles reiteradamente "un plan económico sustentable y coherente, digno de ser creído": pura sensatez y sentido común. Por eso, quizás sea la primera vez que sus exigencias coincidan con nuestros más profundos intereses nacionales.

Cómo liberar la creatividad
Pero la impávida obstinación de nuestra dirigencia nos lleva por el mal camino de aislarnos del mundo. Quizás sin darse cuenta, el presidente Duhalde nos está conduciendo por el camino de la servidumbre, que consiste en abandonar progresivamente la economía de mercado instaurando paso a paso una economía intervencionista, dominada por burócratas y plagada de regulaciones incoherentes que tienen el efecto de paralizar cualquier iniciativa privada para crear riquezas.
Al no disponer de un plan económico sustentable y coherente, las medidas de Duhalde y Remes Lenicov son como manotazos de un púgil atontado -groggy- y esta incoherencia manifestada por decretos y disposiciones legislativas son precisamente el elemento que terminará implantando el peor modelo económico: la política económica experimental improvisada.
Así habrá sustituido el modelo menemista por el modelo duhaldista.
La única estrategia para salir de este encierro y liberar la capacidad creativa de millones de compatriotas, consiste en un cambio de enfoque y la adopción de un método de pensamiento político económico que permita a los gobernantes concebir globalmente el problema argentino y encontrarle solución.
El problema se resuelve cuando se logra capacidad para estructurar un orden económico apto para sus funciones y digno del hombre y la sociedad. El método consiste en disponer de una rigurosa voluntad de organización extendida a todos los campos de la vida económica y al mismo tiempo permitir que el proceso económico sea dejado en libertad según sus propias leyes.
Esta forma de pensar en términos de "ordenamiento estructural" y no en términos de "intervención coyuntural" es la que permite superar la escasez económica con espíritu de libertad y justicia.
Para lograrlo Duhalde deberá contar con un plan sustentable y coherente, apoyado en principios constituyentes correctos y que luego sea puesto en práctica mediante criterios reguladores que no neutralicen ni contradigan los principios constituyentes.
La madre del borrego consiste en descubrir cuáles son esos principios constituyentes y esos criterios reguladores. Para eso hacen falta: mucha inteligencia, imaginación creadora, agudo sentido del bien común y un patriótico espíritu de servicio.


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