El cambio en las tendencias de consumo ya se venía notando desde los últimos meses del año pasado, pero a partir de diciembre se hizo rotundo. El sueño de la familia feliz al mando de un changuito rebozante de productos fue. Ahora, incluso entre quienes mantuvieron cierto poder adquisitivo, el consumo se volvió marcadamente selectivo y se orientó hacia lo más económico, a través de cuatro indicadores: migración hacia los comercios de barrio con compras más reducidas y frecuentes, obsesión por las ofertas, preferencia por las "marcas blancas" (segundas marcas o marcas propias de supermercados) y privilegio de los productos nacionales. En consonancia con esto, se tiende a reemplazar la gran compra mensual o quincenal por la compra diaria. "Si antes el referente del consumo era el nuevo rico, ahora marca tendencia la clase media golpeada", señala el director de la consultora rosarina MEC, Ariel Seccondo.
El fenómeno es confirmado por la caída en las ventas de los supermercados. En el primer bimestre de este año bajaron casi el 6 por ciento y el monto no fue mayor sólo porque la inflación mantuvo los niveles de recaudación, porque a nivel físico las ventas descendieron el 12,8 por ciento.
Durante el 2001 ya se había advertido un avance de los autoservicios de barrio y los supermercados de cercanía (más pequeños que los grandes súper e híper en las afueras de la ciudad) en las preferencias de los clientes. Ahora ese proceso se fortaleció de la mano de la inflación, el nuevo ingrediente que la caída de la convertibilidad sumó al cuadro largamente recesivo.
El titular del Centro Unión de Autoservicios y Almaceneros de Rosario, Juan Milito, confirma esa tendencia. Y para explicar por qué se acentúa pone en primer plano la temible remarcación de precios. "La gente se dio cuenta de que ahora no hay diferencias sustanciales de precio entre los supermercados y los comercios más pequeños, básicamente porque no remarcamos los productos por las dudas".
Pero esta no es sólo la opinión de Milito. El jueves pasado la hizo suya la directora de Precios del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), Graciela Bevacqua. "Los supermercados aumentaron muy fuerte los precios en los últimos días y en cambio los comercios tradicionales de barrio los están conteniendo", disparó.
También el director de la cadena rosarina Dar, Guillermo Rosental, con siete locales en Rosario, ratifica que se registra una preferencia hacia los supermercados de cercanía, orientados a la compra diaria (y a veces aun más frecuente) y por montos menores.
Aunque este fenómeno no empezó en diciembre pasado, cada vez parece ajustarse más a las necesidades de los tiempos que corren.
Premio a la austeridad
Pero aunque el fondo de la cuestión sea económico, como siempre de la necesidad se hace virtud. "Hoy se imita y se premia la austeridad, el ahorro pasó a ser un valor cultural, se buscan precios, se baja de marca, el dinero se gestiona de otra forma y se compra lo imprescindible", sintetiza Seccondo. Lo curioso es que esa conducta no es exclusiva de quienes la están pasando mal, sino que permea toda la trama social. El ejemplo que pone el consultor es por demás de elocuente.
"Si hasta hace seis meses los que marcaban tendencia y orientaban el consumo eran los sectores socioeconómicos altos, ahora lo hacen los sectores más bajos. Antes se decía: «Mirá, me compré este reloj Armani que me salió mil pesos», cuando a lo mejor había costado 500. Y ahora se dice: «Me compré este reloj, no es Armani, pero mirá qué parecido, y lo pagué 100 pesos», aunque en realidad haya costado 300".
En parte esa conducta se sostiene por un "arrepentimiento" del nuevo rico. "Qué boludo, piensa el tipo, me compré el discurso del Primer Mundo y estuve despilfarrando", dice Seccondo, encarnando el sentimiento del otrora gran consumidor.
En rigor, el consultor describe las tres grandes esferas de la economía familiar donde la restricción es evidente. En los costos fijos ("ahora se racionaliza el uso de la luz, del teléfono, hasta del agua"), en los gastos cotidianos ("por ejemplo en los artículos de limpieza, donde de pronto se descubre que no es imprescindible tener un rociador para vidrios, otro para el baño y otro para la cocina, o que si antes el papel higiénico tenía que ser el más blanco ahora está todo bien con tal de que no sea de lija") y en los gastos excepcionales ("casi totalmente cortados").
El consultor inscribe también en ese marco una tendencia creciente a que las mujeres vayan solas de compras ("intentan evitar el consumo compulsivo de los chicos o los maridos, tan afectos a las bebidas y los salamines") y a que se pasen datos sobre las ofertas. También, por ejemplo, a que se resigne la calidad ("¿qué hacía yo comprando manteca Sancor, si ésta, que es marca Pichicho, es buenííísima..?") e incluso confort, por lo que se tolera ir más veces de compras y hasta hacer colas.
Pero estas postales domésticas y cotidianas, donde muchos se verán reflejados, encubren otras más profundas. "Hasta el que tiene plata para comprar no se banca gastarla", sostiene Seccondo. Es que en un país donde supo haber movilidad social, "a nadie le falta un familiar o un amigo que la esté pasando muy mal". Y ese espejo explica el temor de que la movilidad hoy sólo sea para abajo.