Rodolfo Montes / La Capital
"Al viejo lo reivindicamos desde siempre como un referente ético", aseguran los pibes que salen en defensa de Raúl Alfonsín cada vez que lo quieren escrachar. Se reúnen todos los días en un viejo local partidario abierto en 1982 por la Junta Coordinadora Nacional, en el barrio de Caballito. Son un grupo de chicos (y de choque) que iba a jugar a una casa chorizo de calle Formosa desde principios de los noventa, varios de ellos llevados por sus padres, quienes fueron militantes en los ochenta. Nació una amistad y una mística militante de unidad cuando todo a su alrededor se fraccionaba y moría por dispersión. A ellos, en cambio, cada día que pasaba los hacía más fuertes, hasta convertirse en "Los irrompibles". Después vino una historia algo rosa pero verdadera: la de hacerle "el aguante al viejo en el hospital". Fue cuando el caudillo de Chascomús sufrió un grave accidente automovilístico en Río Negro y permaneció una larga temporada internado en el hospital Italiano de Buenos Aires. Los pibes de Formosa 114 volvían una madrugada de un recital de los Redonditos de Ricota y decidieron montar una guardia espontánea hasta que el cacique se curara. Con el tiempo, terminaron amigos del ex presidente, discutiendo política mano a mano y, se sabe, cuando Alfonsín habla cara a cara despliega un discurso fatalmente seductor. Ese enamoramiento produjo luego la acción antiescrache que rebotó en los medios y los hizo famosos. Los treinta jóvenes de Formosa 114 quieren poner en contexto el episodio Alfonsín: "Ir a dar una ayuda a Alfonsín fue una acción política más que hizo este grupo, pero no la única". "Los escraches no construyen, son justicia por mano propia", fijaron posición a coro ante La Capital. Leandro Santoro se explayó: "Nosotros decimos que aun siendo legítimo el sentimiento de impunidad que generan los políticos, no es legítima la metodología del escrache. Si la gente pasa por encima de las instituciones del Estado, como la Justicia, por ineficiente, estamos listos. La pelea debe ser por volver a poner a las instituciones en su lugar". -¿Pensaban salir en los medios cuando pusieron la cara por Alfonsín? -No lo hicimos para eso. Sabemos que somos un grupo raro. Militantes bien intencionados hay en todos lados, pero no hay grupos políticos que logren armonizar los intereses personales y que confluyan en un mismo espacio. "Los irrompibles" no tenemos jefes, sí tenemos definiciones políticas que nos guían. Y por eso firmamos "Los irrompibles" o "Formosa 114", no estamos impulsando a nadie a ningún cargo. Pero la política tradicional en el país se hace al revés: cada comité en realidad es un fulano a la cabeza con un grupo que lo sigue y trata de ubicarlo lo más arriba que pueda, así después le devuelve favores. Nosotros queremos hacer política en la dirección contraria a esa lógica. -¿Qué dicen ante las versiones que los señalan como ñoquis o militantes rentados? -Son boludeces, aquí nadie vive de ningún sueldo político. Yo trabajé con el diputado Cristian Caram, pero eso no me hace culpable de nada. Siempre que cobré un sueldo fue producto de mi trabajo, nunca fui ñoqui. Soy estudiante de ciencias políticas y tengo derecho a trabajar en alguna actividad afín. -¿Se sienten parte de una nueva movida en la política juvenil? -Nuestro análisis es que en la Argentina no está surgiendo algo nuevo, más bien se está muriendo lo que estaba. Y todo se fragmenta en muchos pedazos, las asambleas, los piqueteros, la derecha, la izquierda. También por eso nos gustó "Los irrompibles", estamos desafiando el signo de la época. No somos lo nuevo que está surgiendo en Argentina, ni las flores que crecen de los tachos de basura. Estamos acá desde hace diez años y tenemos un análisis de la realidad. Acá se agotó con el menemismo una lógica de acumulación económica basada en la deuda y la venta de los activos del Estado. Era inevitable terminar en este quilombo. La crisis económica grave se transforma en crisis social y se come a la democracia. -Ustedes se reivindican como un grupo de izquierda pero están dentro de la UCR. ¿No se equivocaron de partido? -Después de la experiencia del gobierno de De la Rúa puede parecer un chiste decir que el radicalismo es de izquierda, pero el problema lo tiene la Argentina y no el radicalismo. La Argentina no tiene un lugar para contener a la militancia que quiere cambiar las cosas. Brasil tiene al PT, Uruguay al Frente Amplio, pero en nuestro país, ¿dónde está el lugar de la izquierda? Aparece otra voz del grupo, la de Leandrito. "El radicalismo se agotó allá por el año 86. Derrotado el proyecto que encabezó Alfonsín, el partido se queda sin identidad y sin rumbo. De todos modos, como grupo, nos dimos un plan dentro del partido tratando de acumular desde la juventud. Hicimos un trabajo muy fuerte, personalizado con los vecinos, durante tres años. Pero en diciembre se nos fue todo a la mierda". Entre los más chicos, nacidos en los días del furor democrático posdictadura, se escuchan relatos como el de Agustín: "Mi papá militaba en este local y dejó en el 84 cuando me tuvo a mí. Tengo la imagen mítica de los bombos y las banderas de aquella época, por lo que me contaron y por lo que vi. Cuando fui al cuartito de arriba y me encontré con un afiche del Che y otro de Marx aluciné". -¿Pensabas encontrarte con la foto de Balbín? -La verdad, prefiero a Marx.
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