Rodolfo Montes / La Capital
Después de un 2001 que, confiesa, le dejó mucho crecimiento y varias decepciones, Emilia Mazer volvió a la televisión en "Maridos a domicilio" (lunes a viernes, a las 22, por Azul TV), con un personaje que no estaba previsto en el elenco inicial de la tira que protagonizan Fabián Gianola y Juan Leyrado. Serán en principio 15 capítulos en los que tendrá un fuerte encuentro con Leyrado. Un nuevo trabajo para este febrero que la encuentra protagonizando por segundo año consecutivo "El último de los amantes ardientes", junto a un renovado grupo compuesto por Eduardo Blanco, Laura Oliva y Patricia Echegoyen. Emilia es la única sobreviviente del equipo original que representó la excelente comedia de Neil Simon. En un extenso encuentro con Escenario, la actriz se refirió a su proyecto de teatro propio, a la situación "espiritual" del país y a su participación, en la temporada anterior, en "Reality reality", un programa que puso en riesgo su prestigio actoral. -¿Cómo surgió tu llegada a "Maridos a domicilio", te sorprendió? -Me convocaron y estoy muy contenta. Considero lógico que a los actores nos llamen para actuar. A veces me sorprendo cuando no me llaman. Mi personaje es muy potente, y juega una historia de amor con Juan Leyrado. -¿Te gustaría quedarte en al tira? -Ojalá. Por ahora estoy por 15 capítulos pero si mi personaje pega bien, tendría alguna chance de extender mi participación. Estoy grabando escenas jugosas, veremos que pasa de ahora en más. -En los últimos años tu carrera muestra cambios importantes, ¿por qué? -El cambio es parte de la vida del actor y hoy ser argentino también es adaptarse al cambio. La vida es cambio dice el budismo y todos son buenos. El tema es pasar el trance de acostumbrarse. -También cambiaron completamente tus compañeros de la obra teatral, ¿cómo te resulta? -El cambio fue bueno, aunque extraño mucho al elenco anterior. Al hacer teatro pasás muchos momentos juntos como las giras. Compartí cosas muy personales con Ana Acosta, Reina Reech, Andrea Politi y especialmente con la familia Gianola, con quienes tomaba sol en Mar del Plata el año pasado. Por suerte con Fabián nos reencontramos ahora en "Maridos a domicilio". Lo estaba extrañando. -Para los actores nada es eterno... -En esta profesión los contratos son temporarios, si te va muy bien, se prorrogan. Vivo este tiempo como un presente absoluto. En general, todo es por un ratito, pero aun así se establecen lazos afectivos importantes, que luego son sustituidos por lo nuevo que llega. El corazón se hiere y se expande todo el tiempo. Es la gimnasia de la vida misma. -¿Cómo te decidiste a hacer una comedia en teatro, o un reality show, después de la producción de "Por ese palpitar", un programa que acabó prestigiándote? -No deja de sorprenderme que alguien pueda pensar que los actores estamos encasillados en determinado tipo de trabajos. Para mí es un desafío como actriz que me llamen para hacer un trabajo donde el público no me tiene muy vista. Como actriz es un deber tomar cualquier trabajo, tragedia, drama o comedia, transitar todos los géneros. Lo que finalmente me emociona de esta profesión son las dificultades particulares de cada nuevo trabajo. Me gusta el riesgo. -¿En qué quedó tu proyecto del teatro propio? -Quedó como el corazón exprimido de todos los argentinos. Fue un acto luminoso poder abrirlo y un contacto con la oscuridad tener que cerrarlo. Pero no quiero hablar más del tema porque me resulta muy doloroso. Me lleva a instalarme en el pasado y en el discurso de la queja; y estoy en contra. Busco ir hacia delante. -¿Fue un sueño que se perdió para siempre? -Abrir un teatro es ofrecer un lugar sagrado para los actores; no sé si todos lo sienten de este modo, yo lo sentí así. El teatro lo hice con mucho esfuerzo, con lo que no tenía, me endeudé hasta el alma alquilando un local que reformé y equipé. Luego descubrí que con la actividad del teatro no me cerraron las cuentas. Me propusieron hacer fiestas para recaudar y salvar el lugar, no lo acepté y renuncié definitivamente al proyecto. No tuve ganas de convertir mi corazón en un bailanta, tenía ganas de hacer teatro. -¿Por qué no quisiste convalidar un cambio de rumbo del proyecto inicial? -Descubrí que no tengo mentalidad empresaria, lo asumo como una deficiencia. Yo ando por la vida con el corazón y por lo tanto no puedo ser empresaria. Descubrí que mi lugar es el escenario, o frente a una cámara, pero nunca con una calculadora en la mano porque la voy a pifiar. -¿Cómo es andar por la vida con el corazón? -No tiene que ver con la condición de ser artista. Hay actores con distintas sensibilidades. Para mí actuar es un acto de amor, pero hay quienes pueden tomarlo como un ejercicio de su propia vanidad, de su narcisismo, en búsqueda de una ambición personal. Otra cosa es trascender lo personal para pasar a otra instancia que es dar al prójimo y construir un acto de altruismo. De esa manera busco ejercer esta profesión. -Dicen que la plata va y viene... -Es cierto. La vida es tan rara que si no perdía mis ahorros en el teatro hoy la estaría llorando por el corralito. A veces me pregunto por qué tengo la necesidad de estar generando cosas; por momentos me gustaría ser de esa clase de actrices que se sientan a esperar que las llamen para determinados proyectos y punto. -¿La vocación emprendedora es tu marca de origen? -No lo puedo parar, es un horror. Hace un año lo veía como una condición negativa de personalidad, pero hoy al ver toda la gente que quedó enganchada en el famoso corralito, digo: "La reventé en un teatro. Bienvenido sea". Por suerte no se la quedó el banco. -Se la quedó "Juana la loca", el espectáculo que pusiste en escena. -Y fue bárbaro. Fue un espacio santo que duró lo que duró. Ahora estoy trabajando más tranquila, haciendo la plancha y tomándome el tiempo necesario para curar mi espíritu que quedó dañado.
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