Buenos Aires (enviado especial). - Avellaneda ya no es la misma. Hay una marcada tristeza arrabalera, miedo a vivir desprotegidos y angustia por un país al que no lo dejan arrancar. El pasado fue distinto, no mejor, distinto. Apenas una diferenciación de límites. Pero en la memoria colectiva de la gente, tanta violencia no tiene registros archivados. El pasaje Austria es un rincón diáfano de muerte. Allí la violencia de unos pocos desató el temor de muchos el domingo pasado. El miedo de hombres y mujeres comunes, laburantes. "Nunca vimos algo así, y mire que tenemos años en el barrio", afirma una señora justo enfrente de la entrada al club Independiente, por Cordero, donde un teléfono público exhibe todavía los rastros de sangre de algún barra herido. Frente a esa misma casa, un albañil coloca trozos de botellas rotas sobre el tapial. "Es por seguridad, ahora se vive con mucho miedo". La leyenda dice que los de Independiente estaban en su estadio y que planificaron el gran golpe contra sus vecinos. Increíblemente, el finísimo pasaje Austria es el lazo que comunica la calle Cordero con la parte trasera de Racing, más precisamente la zona de quinchos, donde van grupo de barrabravas se drogaban y bebían vino a diestra y siniestra. "Pase, mire, no tengo nada que ocultar. Por acá entraron los barras y se pasaron a los quinchos. Por suerte no entraron a mi casa". Julián, así como prefiere hacerse llamar, le muestra a Ovación el lugar por donde un grupo de hinchas del rojo atacó a los de Racing. Después, la historia conocida. Un muerto y un pibe de 19 años que quedó hemipléjico. "¿Sabe qué? Yo al partido entre Racing y Central lo hubiera jugado. Y sabe por qué. Porqué así hubiéramos demostrado que lo del domingo fue un hecho aislado. Dentro de la cancha no hubo disturbios. Pero a nosotros nos pegan porque dicen que sabemos quiénes son los que hacen quilombo y porqué no los metemos adentro. Está bien, puede ser. Pero, ¿de qué los acusamos, de ser barras? Si los agarramos con las manos en la masa bueno, pero si no, después te vienen cinco, escuchó bien, cinco abogados para sacar a estos personajes. Entonces terminemos con la hipocresía y digamos de una vez por todas las cosas como son". Los dichos pertenecen a una alta fuente de la comisaría Primera de Avellaneda, encargada del operativo de seguridad del último domingo entre Racing e Independiente, que dialogó con Ovación pero prefirió mantener su nombre en reserva. Esa misma fuente fue la que indicó que no hubo ninguna zona liberada para que los hinchas del rojo y la academia pudieran enfrentarse con plena libertad. "Había seguridad, allí estaba apostado un comisario que fue desbordado por las barras y sólo alcanzó a pedir refuerzos". Susana dice que en una época le tenía más miedo a la hinchada de Boca, pero que últimamente la hinchada racinguista se volvió super peligrosa. "El domingo no vi nada porque ni siquiera atiné a salir. Pero lo que se oía era insoportable. Ruidos de disparos, gritos, alaridos, piedras cayendo en los techos. En un momento, mi marido se asomó al patio y tenía a tres tipos sentados sobre el techo. Por suerte se fueron enseguida, pero el susto no me lo saca nadie". El relato toma tintes que rozan la fantasía. Sin embargo la mujer busca apoyo para dar crédito a sus dichos. "Ya el año pasado, cuando faltaba poco para terminar el campeonato, los de Racing habían amenazado con que iban a prenderle fuego a la cancha de Independiente". Caminar por estas calles en una tarde sin fútbol es quizás un desafío similar al del día de cualquier partido. Pero sin gente. La sensación de indefensión es la misma. Avellaneda ya no es la misma.
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