Christian Fuerst
Jerusalén/Ramala. - El atentado suicida en la concurrida calle de Jaffa en el centro de Jerusalén occidental confirmó a aquellos que consideran que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, no tiene la voluntad o la capacidad de luchar de manera efectiva contra los extremistas y terroristas en los territorios palestinos. El sábado, tras una fuerte presión por parte de Estados Unidos, Arafat llamó a los extremistas a suspender de inmediato todos los ataques contra Israel. Pero la impertinente respuesta sólo demoró unas horas en llegar. Inmediatamente, el gobierno israelí responsabilizó a Arafat personalmente por el atentado, y el próximo golpe militar contra los palestinos es sólo una cuestión de tiempo. Arafat y su portavoz reaccionaban con indignación a la clara crítica proveniente del presidente estadounidense, George W. Bush, al líder palestino. El ministro Sayeb Erekat calificó de "completamente inaceptables" las expresiones de Bush acerca de que estaba "muy decepcionado" por el fracaso de Arafat en la lucha contra el terrorismo. Profundamente ofendido, Arafat acusó a Washington de "total parcialidad" en favor de Israel. Un Arafat de aspecto cansado, que desde hace semanas es retenido por Israel en Ramala, reúne desde hace días a manifestantes y simpatizantes a su alrededor, con el fin de fortalecer su golpeado prestigio de único líder de los palestinos. Como si lo hubiera ordenado, tras la crítica de Bush unos 2.000 seguidores de Arafat acudieron el viernes delante de su cuartel central en Ramala. Allí, al alcance de los tanques israelíes, Arafat llamó a su pueblo a aguantar y se puso abiertamente del lado de la resistencia contra la odiada ocupación. El mismo, sostuvo el político de 72 años, anhela ser un "shahid -mártir- por la liberación de Jerusalén". Conscientemente utilizó en su discurso la palabra con la que los extremistas palestinos describen a sus agresores suicidas. Si con sus palabras Arafat puede recuperar la simpatía de los palestinos, no está claro ni para los observadores palestinos. En todo caso, fortaleció a sus opositores en Israel y ahora también en el gobierno estadounidense, que ya no ve en él a un interlocutor para las conversaciones de paz. "Arafat alienta a los terroristas. El envía a los suicidas a Jerusalén", repitió el portavoz de Ariel Sharon, Raanan Gissin, subrayando la postura del gobierno en Jerusalén. Por lo tanto, añadió, Israel "seguirá destruyendo sistemáticamente la infraestructura del terrorismo". Pero la crítica de Bush a Arafat y la decisión de Washington de suspender de momento la poco exitosa mediación de Anthony Zinni en la región no sólo recibió aprobación en Israel. La oficina de Sharon celebró la decisión, pero en el Ministerio del Exterior se manifestó preocupación. La suspensión de la mediación por parte de EEUU significa que "ahora ambas partes pueden seguir derramando sangre", dijo un alto funcionario al diario Haaretz. El líder opositor Yossi Sarid y el político de izquierda Yossi Beilin advirtieron en una carta al secretario de Estado Colin Powell: "Tememos que un boicot de la autoridad palestina o su caída lleven a una nueva escalada de violencia y la región se suma en una catástrofe". La corresponsal en Washington del diario israelí Yediot Ajronot, Orli Azulei-Katz, escribió casi despectivamente: "Si Bush realmente se preocupara por el destino de Medio Oriente, elaboraría un plan y se lo impondría a ambas partes, con negociaciones, trucos o por la fuerza". Pero Bush nunca se preocupó por el verdadero origen de la actual crisis, añadió. "¿Qué le importa si los judíos asesinan a árabes o los árabes a judíos? Para él eso es un acontecimiento marginal sin importancia, mientras no afecte los intereses estadounidenses". (DPA)
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