Año CXXXV
 Nº 49.365
Rosario,
domingo  20 de
enero de 2002
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Alarmante cifra de crímenes en el inicio del 2002
Diez homicidios en tan sólo 20 días en Rosario
La mayoría de los casos fueron esclarecidos. Discusiones y alcohol son los detonantes

El mes de enero suele ser uno de los más difíciles para los investigadores de Homicidios de la policía de Rosario. El calor y el consecuente exceso en la ingesta de bebidas alcohólicas han sido siempre las excusas de los pesquisas a la hora de responder el por qué durante los primeros días del año se eleva notoriamente la tasa de crímenes en la ciudad. El flamante 2002 no ha cambiado nada al respecto. En los primeros 20 días de este nuevo año ya se han registrado en la ciudad y sus alrededores 10 asesinatos. Si uno se aferra a los fríos números de la matemática y por un momento trata de olvidarse de las víctimas de los hechos, habrá que decir que en jurisdicción de la Unidad Regional II se ha producido un homicidio cada dos días. De esos hechos, dos tuvieron un trasfondo pasional, uno solo ocurrió como consecuencia de un robo y los otros siete fueron resultados de peleas en distintas circunstancias. Asimismo, habrá que decir que la mayoría de esos hechos han sido esclarecidos, algunos por propia confesión de parte y otros por el trabajo de los pesquisas. Pero hay dos casos que aún siguen siendo una incógnita.

Año nuevo fatal
El festejo del año nuevo se opacó en Saladillo con dos crímenes. El primero ocurrió la madrugada del 1º de enero, cuando dos grupos de chicos bailaban a metros de distancia en pasaje Venecia y Chioda. La llegada de un tercer grupo desencadenó una brutal gresca, por lo que los jóvenes fueron a buscar ayuda entre sus parientes. Griselda Cecilia Cardozo, de 26 años, llegó para ayudar a su primo, que estaba en uno de los grupos. En otro, se encontraba el hijo de Angel Basualdo, de 51 años. En medio de la pelea, Basualdo sacó un cuchillo e hirió a la mujer en la entrepierna provocándole una gran hemorragia. Cardozo murió poco más tarde y el hombre fue detenido en su casa, a metros del lugar donde ocurrió la pelea.
El otro homicidio fue descubierto varios días después, pero ocurrió el último día de 2001. En un primer momento Jorge Flores fue dado por desaparecido. Cinco días más tarde el cuerpo fue encontrado en avanzado estado de descomposición a la altura de la bajada Mangrullo, sobre la desembocadura del arroyo Saladillo, en la zona sur de la ciudad.
Flores había ido a ese sitio con unos cinco amigos a despedir el año. Llevaron comida y damajuanas de vino para el encuentro. De acuerdo a la versión policial, una discusión por un par de zapatillas desencadenó una disputa que terminó con la muerte del joven. La pelea fue en el río. Flores recibió fuertes golpes de puño y también fue sumergido en el agua. El cuerpo fue hallado por efectivos de Prefectura Naval y en un primer momento los investigadores creyeron que el muchacho podría haber muerto ahogado.
El hallazgo de agua en los pulmones de Flores reforzó esa hipótesis. Pero poco después, a partir del quiebre de dos de los jóvenes que estuvieron presentes -y quedaron detenidos-, comenzó a investigarse el asesinato.

Reyertas y peleas
El 6 de enero, una pelea callejera en el barrio Las Flores terminó con un joven muerto de un disparo en el pecho. Era Néstor Daniel Díaz y tenía 24 años. Las primeras versiones indicaron que el muchacho se había acercado a la esquina de Arrieta al 1700 para ver una pelea entre dos grupos que había comenzado dos cuadras antes y que había terminado abruptamente cuando el proyectil los espantó. Días después, dos jóvenes acusados por el crimen se entregaron tras aclarar que el joven fallecido había formado parte de la pelea.
Un día más tarde, un violento episodio entre dos hermanastros y un vecino terminó con la vida de otro joven en Villa Gobernador Gálvez. Carlos Sebastián Alegre, de 27 años, era temido en el barrio por su violencia e inclinación a terminar las peleas a balazos. El 7 de enero a la noche, paró a su vecino con el propósito de sacarle unas monedas para comprar cerveza. Llevaba un arma 9 milímetros y un revolver Bersa, calibre 22. Daniel Mansilla no le dio dinero y como respuesta recibió dos disparos en las manos. Su hermanastro, Ramón Eduardo Gutiérrez, vio el ataque. Forcejeó con Alegre, le quitó el arma y la disparó tres veces. Los balazos impactaron en el pecho del hombre, que murió antes de llegar a un hospital.
Otro hecho, ocurrido el 13 de enero, le causó la muerte a un vecino del barrio Santa Lucía que salió a defender a su mascota de la agresión de otro hombre. Oscar Fernández discutió con Italo Soria porque el perro del primero ladraba y molestaba al otro.
Entonces Soria habría pateado al can y Fernández se lo reprochó. El agresor fue hasta su casa, tomó un machete y le provocó al dueño del perro un profundo corte en la cabeza. No contento con ello, Soria destruyó con su arma el cristal de un viejo Dodge 1500 estacionado en el lugar. Días más tarde, Fernández murió en el Hospital de Emergencias.

Un disparo a quemarropa
Jorge Infante y su hijo Maximiliano hacían juntos el reparto de tarjetas magnéticas en la zona oeste de la ciudad. La mañana del jueves 10 de enero pararon su auto frente a los locales de dos de sus clientes en Sarratea al 600, pleno barrio de Fisherton. No alcanzaron a bajar del auto cuando fueron sorprendidos por dos ladrones que iban en moto y le exigieron que entregaran el dinero que llevaban. El acompañante del motociclista disparó a la cabeza de Maximiliano, que no llegó con vida al hospital. Jorge aseguró que los ladrones no le dieron tiempo ni a entregar el dinero. Por el crimen fueron detenidos Bernardo Lenziza, de 30 años, acusado de haber disparado, y Carlos Gustavo Martinotti, de 28, y conocido como barrabrava de Central.



El único crimen con robo fue el de Maximiliano Infante.
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