De los diez crímenes perpetrados en Rosario en los primeros 20 días del año, dos de ellos tuvieron un trasfondo pasional y fueron aclarados por la policía: uno mediante la detención de la autora y el otro después que el homicida se entregara ante las autoridades.
Este último caso ocurrió la madrugada del sábado 13. La tórrida tarde del domingo siguiente, un hombre se presentó en la comisaría 7ª para inculparse del crimen de su pareja. Allí, ante los oficiales que lo atendieron, dijo que en medio de una discusión alcoholizada la había tomado del cuello hasta dejarla tendida en la cama. También comentó que no fue consciente del crimen hasta despertarse la mañana siguiente y que entonces deambuló todo el día, ingirió un fuerte veneno para ratas con el fin de suicidarse, y al fracasar decidió entregarse a la policía. Una patrulla llegó hasta la pensión de Santiago al 300 donde Manzur y su pareja compartían una humilde pieza. Allí hallaron el cadáver de Elba Orellano, en el mismo lugar donde el hombre la dejó.
Con un cuchillo en la espalda
El otro episodio primero fue investigado como un homicidio en ocasión de robo. La víctima fue encontrada en una calle de la zona sur de la ciudad con un cuchillo clavado en su espalda. Pasó una semana hasta que un llamado anónimo condujo a los investigadores hasta un domicilio de la misma zona y al nombre de una mujer que, una vez detenida, confesaría haber sido la asesina.
El cuerpo sin vida de Carlos Suárez, de 57 años, fue hallado la madrugada del viernes 11 en la cortada Buen Orden al 5800. Vestía ropa de trabajo Ombú y junto a él estaba su bicicleta. Entonces, los pesquisas pensaron desde ese instante en la resistencia a un atraco y el posterior asesinato. Pero el jueves último, una voz femenina alertó a los policías de la seccional 11ª sobre lo ocurrido.
Así, los agentes llegaron hasta un domicilio de Láinez al 400 donde Suárez convivía con Maribel Lorena Ruiz, de 21 años, quien poco después confesaría que todo fue el epílogo de una de las asiduas discusiones que mantenía con su pareja, que trabajaba como sereno en una cochera céntrica y la madrugada del hecho había arribado a la vivienda poco antes de las 5.