Orlando Verna
Mentalismo, magia visual, trucos en los que participa el público, grandes ilusiones, magia de salón y cartomagia, diferentes tipos de prestidigitación que el grupo Metamorfosis viene mostrando desde 1999 y que en su sexto espectáculo retoma con un condimento excepcional: tres magos volando a centímetros de la cabeza de los espectadores. Una presentación no recomendada para incrédulos que se denomina "Levitation" y que sube hoy al escenario del bar Berlín, pasaje Zabala 1128 (Mitre al 300), a partir de las 23. Los encargados de los trucos son Antón, Nadur y La Bestia, responsables de un show mágico atípico, gracias a la combinación que hacen de ilusiones, personajes y una constante apelación a la risa. Los aprendices de brujos dejaron sus varitas mágicas, se sacudieron los brillos de sus tejemanejes y se sentaron en la mesa semioscura del bar a desandar su historia y su actual espectáculo. -¿Cómo es "Levitation"? Antón: La idea es traer al ámbito del café concert algunas puestas que son tradicionalmente de teatro. Fue un desafío muy grande porque hay trucos que son técnicamente casi imposibles de hacer en bares. Digo casi porque con un terrible esfuerzo logramos hacerlo. Nadur: Hay ilusiones y magia en la que participa el público. Cada uno le aporta su personalidad a las diferentes especialidades de magia. Antón: Además hay mucha comedia. Seguimos en la misma tónica de los anteriores espectáculos; es decir, además de la magia, hacemos una puesta en escena humorística a través de diferentes personajes. Hay esketches donde el público se sorprende por el choque entre lo que espera de un mago serio y los personajes que interpretamos. Combinamos magia y comedia. -¿Qué diferencia a Metamorfosis de los otros magos? La Bestia: Cuando nos propusimos hacer magia en el bar no habíamos soñado en llegar a tanto. Recordamos aquella frase que dice "que el hombre sepa que el hombre puede" y no quisimos darle bolilla. Al principio empezamos con la magia de salón, aquella que se hace con el público y la que se ve más comúnmente en las fiestas. Después le incorporamos al espectáculo grandes ilusiones, obtuvimos buenos resultados y nos dimos cuenta que por ahí venía la cosa, por arriesgarnos. Después metimos personajes y esketches. Sabemos que ver una hora y media de magia cansa, entonces empezamos a cambiar. Antón: Hay mucha magia de primer nivel con grandes ilusiones, trucos que hoy no se ven ni en Buenos Aires y que fueron premiados a nivel nacional e internacional. Convengamos que ver a unos tipos volando a un metro y medio de tu cabeza es una cosa poco común... La Bestia: Creo que nos diferencia el ritmo que le imprimimos al espectáculo. Primero un truco fuerte, después humor, hablamos con la gente, viene una gran ilusión y así. Es un ritmo de dientes de sierra porque creemos que el público debe ir descansando. No es fácil digerir tantas ilusiones juntas. Nadur: La gente está acostumbrada a ver magos haciendo magia y nada más. La diferencia es el dinamismo que entre los tres le damos al show. -¿Qué es para ustedes ser mago? Antón: Acá no hay magos típicos, los que se las saben a todas, de frac y galera. El mago tradicional siempre tiende a estar por encima de la gente con una capacidad que los otros no tienen. Nadur: Es más, hasta hay una parte de antimagos, donde los trucos no salen y eso también es muy divertido. La Bestia: El mago no es alguien que hace desaparecer cosas, sino que te prepara para esa desaparición. Es muy importante ver el shock psicológico que produce la magia y el espectador debe estar cómodo para eso. El mago no es aquel que hace un truco, te dice «te jodí» y listo. -¿Por qué eligieron ser magos? Nadur: En mi caso no empecé de chico como la mayoría... La Bestia: Lo que pasa es que cuando él nació no había nada en la Tierra, ni magia (risas). Nadur: Yo lo alcancé a ver Fu Man Chu y a otros magos famosos. De esa época me quedaron muy marcados dos juegos: el ramo de flores que se tiraba al aire y cuando bajaba era un bastón, y la caja de sombras, donde se la mostraba vacía y después aparecía una persona. Eso pasó. Hasta que un día vi un aviso en el diario y me largué. La magia me ayudó mucho a nivel personal porque me costaba un montón comunicarme, siempre fui muy introvertido. Antón: Creo que al mago uno lo lleva adentro, cuando te dedicaste a la magia dos años y no te aburrió, entonces podés concluir que sos mago. De chico me interesó, pero nunca pude empezar, después estudié, me recibí de veterinario y ya de grande seguía interesado. Y me puse a estudiar magia. La Bestia: Siempre digo que el mago no se hace, nace, el tema es cuándo se despierta esa inclinación. Mi abuelo me hacía el truco del pañuelo anudado y siempre me gustaron mucho las cartas. Después me enteré del curso y acá estoy, me divierte. La utilizo como un escape hacia el humor. Yo le apunto a la magia, pero a la magia de la risa. Y hoy es más difícil hacer reir a la gente que ilusionarla. -¿Es lo mismo un autodidacta que un alumno de escuela de magia? Antón: La escuela sirve de mucho. No fueron solamente dos años de aprender trucos, porque los trucos se pueden comprar en un quiosco. Se aprende sobre la elaboración, sobre la presentación de los efectos. Nadur fue nuestro profesor y nos inculcó esos conceptos, los del mago integral que no sólo tiene destrezas. Por eso la óptica de Metamorfosis es diferente a la hora de generar un espectáculo de magia. Lo nuestro es un show, un show mágico, con música, vestuario, personajes, luces... La Bestia: La escuela no enseña únicamente magia, sino a ser un artista. -¿Son muy obsesivos con la depuración de la técnica? Antón: Todos los magos son obsesivos pero los peores son los cartomagos, están todo el día con el mazo en la mano y haciendo prrrrrrrr (hace el ruido del mazo mezclándose). Nadur: La obsesión pasa por estar en una reunión de familia y que las mujeres se tengan que ir de la mesa cansadas de escuchar sobre magia. La Bestia: Nosotros somos obsesivos porque se cuidan todos los detalles. El espectáculo es en vivo y las cosas pueden fallar. Aquí no sólo es cuestión de aprenderse el guión, uno acá depende de muchos objetos. Antón: Además, nosotros dependemos directamente de los asistentes de escena, sin ellos no somos nada. Dependemos de que ellos apaguen una luz a tiempo para que el truco salga bien. Yo comparo al mago con un trapecista. La gente mira al trapecista y espera a ver si se cae. Con el mago espera descubrir el truco. -Cuando se conocen los secretos de los trucos, ¿se le pierde el gusto a la magia? La Bestia: Puede ser que al principio uno sienta una pequeña desilusión, pero depende de las intenciones de cada uno. Uno aprende y quiere seguir. La palabra imposible se va lejísimos y se da cuenta que hay cientos de cosas para inventar. Entonces uno se embala de nuevo. Antón: Siempre tratamos que las ilusiones sean originales o que tengan elementos nuevos, entonces uno no se termina nunca de cansar. -Una pregunta que ahora es sólo para magos: ¿cómo se sale de la crisis? Antón: Así. Se sale... del país, te tomás un avión y ya está (risas). Nadur: Para arreglar esto necesitás una varita mágica del tamaño del Obelisco. La Bestia: En realidad no tenemos idea de cómo se sale de este lío. Nosotros somos magos y lo único que le ofrecemos al público es una hora y media de diversión, para que por lo menos se olvide un poco de la crisis. Ahora, el día que lleguemos a la Casa Rosada... te llamamos para hacer otra entrevista (risas).
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