No se es común iniciar el año sintiéndose más rico, pero algunos europeos recibieron el 2002 convencidos de que con el euro se vive mejor, para otros significa una pérdida de la identidad y de poder adquisitivo. En Bruselas, como en Berlín, Madrid y Viena, la llegada de la moneda común desató enormes festejos en los cuales participaron decenas de miles de personas. En Gran Bretaña, quien no renunció a su vieja amada libra esterlina, el euro fue el protagonista en todas las portadas de los diarios. "Los extranjeros siempre se reían de la lira debido a todos los ceros y la consideraban como una moneda del tercer mundo. El euro nos da credibilidad así que me siento más rico", dijo Leonardo Maestri, un italiano de 59 años. Y para la pensionada francesa Yvonne Mironniau no parecía tener mucho interés en gastar la nueva moneda cuando salía de una panadería parisiense. "¿Me siento más pobre con los euros? No, de hecho cuando uno ve los precios de la ropa en las vitrinas, uno piensa, eso está barato, pero luego uno se da cuenta que está en euros". Pero el sentimiento no era compartido por todos. En la estación central del Zoológico de Berlín, un hombre expresó malestar por la desaparición del poderoso marco alemán. "Yo no quiero este dinero basura", dijo al recibir euros en vez de marcos. Aún cuando muchos celebraron la introducción de la moneda sin fronteras, para un grupo que tomaba café en Atenas "el euro genera confusión y podría aumentar los riesgo de estafa", dijo Constantina Koletsi, una estudiante de 20 años, quien agregó que no le hace sentir más afinidad con los otros europeos debido a que los salarios son más bajos en Grecia y las cosas cuestan más en el exterior. Pese a las quejas, otros europeos a lo largo y ancho del continente no hablaban solo del euro al culminar las festividades de fin de año. Algunos dijeron que los nuevos billetes son más pequeños y más fáciles de llevar en las billeteras. Pero aún cuando el buen humor predominaba, muchas tiendas pequeñas tenían dificultades en otorgar cambio en euros en vez de las viejas monedas. Otras ni siquiera se tomaban la molestia. "No aceptamos euros, gracias", rezaba un cartel sobre un puesto de churros en la concurrida calle de Alcalá en Madrid.
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