Los simpatizantes de Racing que concurrieron al Cilindro de Avellaneda para presenciar el partido en pantalla gigante sufrieron hasta el final del cotejo ante Vélez Sarsfield el estigma de 35 años de frustraciones. El partido se emitió por una pantalla gigante ubicada en el césped de la cancha y con el sonido de la transmisión de TyC Max, cuyos locutores fueron silbados cada vez que se referían a un eventual partido de desempate entre Racing y River. Desde bien temprano la gente se fue acercando al estadio y se ubicó en las tribunas, donde, además de alentar a su equipo, se dedicaron a silbar a todo lo que era referente a River y Vélez, los otros dos protagonistas de la jornada. A las 17.05, cuando salió Vélez en Liniers, la silbatina de las 50.000 personas que se acercaron al Cilindro resultó ensordecedora. En cambio cuando el equipo de Reinaldo Merlo fue el que ingresó al campo de juego la gente sintió que estaba en el estadio José Amalfitani, junto a sus jugadores, e inundó la cancha con papelitos y serpentinas. Un rápido gol de River en los primeros segundos intranquilizó a los simpatizantes, y por eso el gol del empate de Central se festejó con todo y desató los primeros cánticos de los aficionados. El segundo gol de los millonarios dejó a la gente de Avellaneda con mucha impaciencia, al tiempo que se dedicaron a festejar los fallos de Gabriel Brazenas y de imitar al técnico Carlos Merlo con sus habituales cuernitos como cábala. El comienzo del segundo tiempo se entremezcló con los goles de River que caían como una catarata, aunque ocho minutos después el delirio fue total cuando el defensor Gabriel Loeschbor, de cabeza, marcó el gol de Racing, y a nadie importó que lo hiciera en posición evidentemente adelantada. En ese momento las 10.000 personas que se encontraban en el propio campo de juego comenzaron a insinuar una vuelta olímpica generalizada, pero el empate logrado por el chiquilín debutante Mariano Chirumbolo transformó a los incrédulos hinchas, que veían cómo se les complicaba la coronación. La expulsión del volante Jonas Gutiérrez calmó los ánimos y trajo la tranquilidad que todos esperaban, la que le permitió a la multitud sacar el grito soñado de "Dale campeón, dale campeón", guardado desde hace tanto tiempo. Justo en el momento en que se estaban anunciando cuatro minutos de descuento, repentinamente el árbitro Gabriel Brazenas dio por finalizado el encuentro, desatando la locura de los hinchas académicos. En ese momento los simpatizantes olvidaron su paso por la B Nacional, el proceso de quiebra, que el club haya estado a punto de desaparecer, y descargaron a base de gritos y fuegos artificiales sus 35 años de frustraciones. La enorme cantidad de pirotecnia que poseían los hinchas hizo que el aire del estadio se volviera irrespirable. Luego, por la pantalla gigante la gente se pudo enterar que los jugadores no irían al estadio para dar la vuelta olímpica, cuando escucharon a Fernando Marín manifestarlo. Eso quedará para cuando el equipo de Avellaneda juegue un amistoso ante el Guaraní de Paraguay, que es dirigido por el ex defensor y entrenador de la institución Gustavo Costas, el próximo sábado. Pese a tanta alegría la fiesta fue empañada por un grupo de 50 personas que ingresaron al túnel local y forzaron la puerta del vestuario que habitualmente utiliza Racing, ante la pasividad de los escasos policías presentes. Luego de romper también la puerta del vestuario los hinchas comenzaron a robar camisetas de todas las épocas, pantaloncitos, ojotas, botines y todo lo que encontraron a su paso. El problema se produjo cuando estos salían del vestuario, ya que eran muchos los que los esperaban en el campo de juego para golpearlos y robarles lo que traían. (Télam)
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