Los famosos códigos del fútbol son algo así como la Biblia para Reinaldo Carlos Merlo, y esa forma de vida la traslada a la cancha y fuera de ella, donde su familia y sus amistades pasan a ser algo primordial e intocable. "El fútbol es lo que más me gusta de esta vida", expresó Merlo en una charla distendida e íntima en uno de los lugares que más le gusta: el vestuario de Racing, rodeado de camisetas, botines, vendas y donde planifica el trabajo de la semana y comienza a pensar en el partido del domingo. Merlo es uno de los personajes que no se cansa de agradecerle al fútbol y cada vez que tiene la oportunidad lo destaca. "¿Qué querés? Si los demás deportes son aburridos hasta para verlos por televisión", dice sin empacho. "Fui muy feliz en mi carrera como futbolista y ahora soy muy feliz siendo entrenador, y más estando en un equipo tan grande como Racing", repite cuando se lo consulta sobre el juego que lo llevará a tener en breve una estatua propia. Este hombre de 51 años, soltero empedernido a pesar de que sus allegados cuentan que siempre le fue bien con las mujeres y que nunca le faltaron, es señalado, más allá de sus condiciones como jugador y técnico, como un buen tipo. "¿Qué siento cuando dicen que soy buena persona y buen entrenador? Mirá, yo sé que siempre me manejé bien en esta vida, por eso tengo un montón de amigos y me gusta también el fútbol, por eso lo tomo como dos elogios fenomenales", cuenta Merlo, mientras de reojo mira lo que hacen sus utileros para que todo esté perfecto. En un café, en una plaza, bajo la lluvia, Merlo siempre se hace un lugar para encontrarse con un selecto grupo de amigos, algunos que conoció gracias al fútbol, como Alfio Basile, Osvaldo Sosa, su ayudante de campo, René Daulte, entre otros, aunque la lista es interminable. Merlo nunca lo va a contestar, pero seguro que no cambiaría ningún lauro deportivo si para eso tuviera que traicionar a un amigo. "Los códigos de la amistad no se transan por nada, pienso que no, es así y para mi es algo normal. No me esfuerzo para que suceda de esa manera. La amistad es algo que no se puede ignorar", manifiesta orgulloso, quizás más que el título conseguido por Racing. Esos códigos también valen para sus jugadores, a quienes defiende a capa y espada y le duele cuando alguien los toca. Y eso, sus futbolistas, por más que alguno no esté contento con sus decisiones, lo saben y por eso lo respetan. "Yo le voy a estar siempre agradecido a estos jugadores, porque dentro de la cancha dejan todo, no se guardan nada y estoy realmente muy orgulloso de ellos", afirma. Además, en Racing Merlo tiene a su clon, Adrián Bastía, el alma de un equipo campeón sin figuras, que juega a lo "Mostaza", presionando sin hacer gala de lo que los brasileños llaman "jogo bonito". "Bastía es un gran jugador, que creció mucho. ¿Si es mejor que yo cuando jugaba? Sin dudas, él sabe jugar a esto", puntualiza entre risas. Seguramente, como a los muchos hinchas de Racing que estuvieron ayer en la cancha, a Merlo le hubiera gustado tener a los seres queridos que ya no están para abrazarlos y compartir tremenda alegría. Pero el técnico de Racing es como se define, "un ganador de la vida", porque mañana, cuando se vuelva a encontrar con sus amigos en el café seguirá siendo el mismo de siempre, el de la tintura para el pelo, el del "paso a paso", el que recibe más chistes y que daría hasta la vida por un amigo. Y eso también merece una estatua. (Télam)
| |