La crisis política y económica que derivó en la renuncia del presidente, Fernando de la Rúa, le asestó un golpe mortal a la convertibilidad, tras lo cual se presentan distintos escenarios para el tipo de cambio. Una de las posibilidades es la pesificación, una segunda la devaluación y una tercera alternativa la dolarización. * Pesificar/devaluar: implica que todos los contratos existentes (desde un contrato de alquiler, créditos, plazos fijos, etcétera) se convierten en pesos a una paridad uno a uno aunque nada obsta a que se adopte una libre flotación de la moneda. Esta posibilidad afectaría a quienes tienen activos en la Argentina (a causa de una eventual menor valuación en pesos) y a los asalariados, que verían disminuidos sus ingresos en dólares. Quienes tengan deudas en dólares verían atenuados los efectos de la caída del valor de la moneda porque la reducción en los sueldos sería proporcional a la disminución de su deuda. También quedarían seriamente comprometidos los patrimonios de los bancos que han tomado préstamos en dólares, en el exterior, y cobran sus créditos en pesos. Se beneficiarían aquellos que puedan comprar más barato en pesos y luego vender en el exterior en dólares. * Devaluación directa: La economía registraría mayor recesión ya que los asalariados serían los principales afectados pues todos sus ingresos quedarían en pesos y sus deudas en dólares y por lo tanto se necesitarían más pesos para saldar sus créditos. En ese caso, los perdedores serían, entre otros, los bancos, que deberán asumir el costo de la devaluación, y las empresas que tienen tomados créditos en dólares en el exterior y deberán refinanciar sus deudas. Lo mismo le pasará al Estado nacional que se apresta a entrar en default, según la coincidencia de las calificadoras de riesgo y analistas internacionales. Aunque habría una mejora en la competitividad de los productos nacionales de exportación, al disminuir algunos costos de producción, principalmente los salarios, esa mejora no sería plena porque las tarifas de los insumos básicos están dolarizadas. * Dolarización directa: no habría mayores modificaciones en las relaciones comerciales, tanto interna como externa, ya que prácticamente toda la economía está dolarizada, a excepción de los sueldos y jubilaciones. Esta opción genera dos efectos positivos: por un lado se eliminaría el riesgo de devaluación y por otro se registraría una sustantiva baja de las tasas de interés. Sin embargo, tiene dos contras. Por un lado, no resuelve el problema de competitividad para las exportaciones; además está el problema que no alcanzan las reservas nacionales para afrontar el cambio de los pesos, por lo cual se requeriría de ayuda financiera adicional. Por último, está el problema de renunciar para siempre a la posibilidad de fijar una política monetaria nacional. De todos modos, ninguna de estas opciones no resuelve ninguno de los problemas que llevaron a la Argentina a esta debacle. No soluciona la falta de competitividad, ni el déficit fiscal ni las deficiencias estructurales, esto es, los principales obstáculos que arrumbó a la convertibilidad. Desde el PJ al radicalismo, pasando por el Frepaso, y apoyado por un sector de la industria local, se habla de la necesidad de terminar con el corset cambiario de la convertibilidad, puesto como el principal mal de la economía argentina que impide el ingreso al camino del crecimiento sostenido.
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