La reacción fue tan espontánea como inmediata. Ni bien la imagen de Fernando de la Rúa desapareció de los televisores, la gente salió de a miles a la calle. En Rosario las muestras de repudio tuvieron como epicentro al Monumento a la Bandera, pero hubo un cacerolazo generalizado que incluyó a barrios tradicionalmente conservadores como el Martin y todo el micro y macrocentro. La avenida Pellegrini se pobló de ruidos y los balcones estaban iluminados al giorno. En la esquina de Pellegrini y Necochea un patrullero dispersó a unos 20 manifestantes con balas de goma ante el temor de que se produjeran desmanes, al igual que en Necochea y Viamonte. "Escuchamos en la televisión que en Buenos Aires la gente empezó un cacerolazo y bajamos a hacerlo acá", dijo una mujer en la puerta de su edificio. Pasadas las 23, vecinos de los edificios del centro bajaron de sus departamentos con cacerolas, botellas y todo lo que pudiera hacer bochinche. Minutos después una columna de unas 1.000 personas se congregó en el Monumento a la Bandera. Estudiantes, profesionales, comerciantes, oficinistas y familias enteras gritaban consignas en contra de Cavallo y el gobierno nacional. La rebelión de la clase media se mostraba a pleno. "El estado de sitio se lo meten en el culo", coreaban los manifestantes. Luego, la gruesa columna se desplazó por calle Córdoba en dirección a la Municipalidad, donde se encontraron con otros manifestantes. "La gente no da más, la clase media en la calle les dice a los políticos que se terminó, que no va más". Un comerciante mostró su indignación parado en el techo de su auto: "Tengo 6 empleados, pago todo y vine junto a mi familia a decir que no soporto ni a De la Rúa ni a Cavallo ni a Menem ni a nadie más". Viejas consignas como "el pueblo unido jamás será vencido" se impusieron en la garganta de la gente. "El estado de sitio fue impuesto por los gobiernos de facto, no para avasallar los derechos de la gente", enfatizó una joven estudiante de derecho. Con fervor, la columna se dirigió luego por calle Santa Fe hasta la plaza San Martín, custodiados discretamente por una patrulla policial. En ese lugar llegó la noticia de la renuncia del ministro Cavallo, que fue saludada con gritos y vivas de todo tipo.
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