El pobre Mariano tuvo que lidiar en el último set de su partido con Guillermo Cañas contra un perro, de paradero aún desconocido, que se empeñó, insólitamente, en ladrar cada vez que el tandilense se aprestaba a sacar. De todas maneras, la concentración del sobrino de Teté Coustarot pudo más que las molestias ocasionadas por el desubicado can.
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