Año CXXXV
 Nº 49.325
Rosario,
domingo  09 de
diciembre de 2001
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Análisis: El fantasma del vacío de poder

Mauricio Maronna

Pese a la fenomenal descarga de adrenalina de los últimos días, el ministro Domingo Cavallo no logró que el milagro se produzca: el gobierno parece tener al ajuste como única receta. Una salida que podría convertirse en el tiro del final para un Ejecutivo jaqueado desde todos los flancos. La desesperación oficial quedó patentizada en el viaje que emprendió el jefe de Gabinete a Misiones para tender, al menos, un pequeño puente de plata con los gobernadores peronistas, la nueva cabeza de la hidra opositora (ver aparte).
Con gran parte de la sociedad angustiada por el futuro de su dinero, el desempleo galopando sin parar y una inminente huelga con movilización en las principales ciudades argentinas, lanzar un nuevo ajuste sería lo más parecido a fumigar con nafta un terreno arrasado por las llamas. Sin embargo, más allá de los frenéticos movimientos del hechicero Cavallo, a nadie del gobierno se le cae una idea novedosa.
A dos años de haber asumido la presidencia de la Nación (ver página 12), el Ejecutivo se quedó sin oficialismo y sin alternativas visibles para reemplazar, si fuera necesario, la desgastada humanidad del padre de la criatura, el único optimista de un gabinete de rostros sombríos, talento ausente y levedad insoportable.
El analgésico que tiene a mano De la Rúa se lo prodiga el justicialismo, cada vez más parecido a una confederación de liderazgos provinciales, plagado de coroneles pero sin ningún general. Hasta que el principal partido de la oposición no resuelva su interna el gobierno podrá ejercer su único horizonte posible: la supervivencia.
"La gobernabilidad depende de nosotros. Pero el día en que consagremos el candidato a presidente, lo nombremos Papa y lo santifiquemos se termina la gestión De la Rúa. Es así de clarito", soltó ante La Capital un ex gobernador, hoy diputado nacional electo.
Pero, una vez más, los tiempos de la política no coinciden con los de la gente, que observa, entre la furia contenida y la depresión, el inocultable vacío de poder que sobrevuela a la Argentina.
Para que la crisis no se lleve puesta a la República, la dirigencia debería de una buena vez por todas imaginar una salida concertada que le devuelva un poco de aire al hastío de la sociedad. Aunque el gobierno siga con su siesta interminable.


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