Fue una muy buena experiencia para una familia con chicos pasar unos días disfrutando de las playas y de esa multitud de pueblos que florecen en la costa bonaerense. En este caso, me refiero especialmente a las localidades que se extienden desde San Clemente del Tuyú hasta el faro de Punta Médanos. Buscábamos un paraje tranquilo, donde poder tener el mar y la playa íntegramente para nosotros; donde el goce de la libertad y de la naturaleza no estuvieran obstaculizados por ninguna circunstancia urbana, de tránsito y de aglomeraciones. Por recomendaciones elegimos a Lucila del Mar, llamada también "El jardín del partido", donde la urbanización está integrada en un espacio muy verde, con calles de arena y grandes pinares; donde se generan motivos para pasear en bicicleta, hacer caminatas, andar a caballo, pescar en el muelle y adueñarse de grandes superficies de arena o de cobijos apropiados en las dunas para pasar largo tiempo en la playa. Por ello todas las mañanas, cada cual a su ritmo y gusto, íbamos a disfrutar de la playa. No puedo dejar de mencionar las caminatas matutinas por la playa hasta el paraje que está unos dos kilómetros al norte: Aguas Verdes. Promediando el paseo nos deteníamos para avistar el hermoso castillo Duhau, que perteneció a una de las familias pioneras del lugar, una casona de gran belleza e historia. Otra de las atracciones era esperar, cercano el mediodía, la llegada de la lancha del pescador cuando bajaba los frutos del mar. Luego de la hora del descanso, donde no faltaban la siesta, los juegos tranquilos y la lectura, nos disponíamos a salir en auto hacia otras localidades. Así pudimos conocer Las Toninas, Costa Chica, Santa Teresita, Mar del Tuyú, Costa del Este (paraíso arbolado que nos fascinó), Mar de Ajó, Nueva Atlantis, Pinar del Sol y Costa Esmeralda. Todos los balnearios presentan características semejantes, pero a su vez cada uno se distingue por sus particularidades geográficas. Una mención especial para el día completo dedicado a la visita a Punta Médanos, con su estratégico faro, playas desérticas y todo el vértigo aventurero de las excursiones por sus medanales, en cuatriciclos o en vehículos 4x4. Las dunas alcanzan los cincuenta metros de altura. La adrenalina producida por las sensaciones en las montañas de arena tiene un sabor especial porque se mezcla con las emociones que suscitan las narraciones tanto verídicas como fantasiosas de las historias de naufragios de barcos, cuyos restos y vestigios pueden visitarse e incorporar a la memoria como conocimientos tan sensibles que no se pueden olvidar. En nuestro caso, nos sentimos tan atrapados por esas historias que luego buscamos en librerías la bibliografía para ampliar nuestros conocimientos al respecto. Por la tardecita siempre nos llegábamos a San Bernardo, que junto a Costa Azul y Mar de Ajó forman prácticamente un mismo núcleo urbano, tal es así que las calles conservan el mismo nombre y la numeración es sucesiva. Esta cercanía es una ventaja importante ya que San Bernardo tiene otro ritmo, con mucha gente joven, bares, pubs, restaurantes, sitios de esparcimiento y variados espectáculos. Consecuentemente su centro comercial es muy desarrollado. También trajimos en la valija de los recuerdos las leyendas de los gnomos y los duendes, sus diferencias, sus hábitos y sus incursiones en esos bosques de eucaliptos, acacias y pinos típicos de estos lugares de ensueño. Liliana Morre de Masía
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