Parece que en la corta trayectoria de Guillermo Marino todo tiene una causa. Por eso cuando ayer consumó su bautismo con la red en la primera de Newell's, el pibe de Los Surgentes (Córdoba) le dedicó el gol a sus padres, pensó en el grupo que siempre lo bancó y gritó su tanto con tono de desahogo. "Estoy muy contento, cuando vi que la pelota entraba al arco no sabía con quién abrazarme. Se me cruzaron muchas cosas por la cabeza, quería estar con toda la gente de Newell's, con mis seres queridos y en especial con mis padres", dijo escuetamente el volante, que debutó en la primera el 5 de mayo del 2000 ante Colón -dirigía Rebottaro, que luego nunca lo tuvo en cuenta- y que con el de ayer jugó su cuarto partido con la rojinegra en el pecho. Pero no todas fueron buenas para el volante. Todavía deja caer algún resabio de los malos momentos que pasó cuando la semana anterior al inicio del Apertura se fracturó el tobillo derecho y tuvo que postergar por algunos meses el sueño de arrancar jugando el ciclo de Llop. "El gol se lo dedicó a mi familia que me aguantó cuando estuve parado por la lesión en el tobillo", terminó de agradecer el chico, que nació el 2 de febrero del 81 y estuvo preseleccionado en el Sub 20 de Pekerman que se consagró campeón del mundo en junio.
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