Miguel Pisano
Felizmente, el domingo no ocurrió en el estadio de Newell's una tragedia como la recordada de la Puerta 12 de puro milagro nomás. Cuando un asesino suelto vació el cargador de una pistola desde la popular visitante e hirió al agente Juárez, que también salvó afortunadamente su vida, un grupo de uniformados no tuvo mejor idea que disparar proyectiles de goma contra la hinchada, justamente sobre una tribuna en la que había largamente más de diez mil personas, que cuenta sólo con tres salidas, de las cuales increíblemente apenas había dos habilitadas y que, además, en ese momento estaban cerradas. Por fortuna alguien tuvo un gesto de cordura y abrió una puerta, por donde salieron los hinchas, que fueron apaleados y baleados en la puerta y en la calle hasta unas diez cuadras, entre los que no se salvó ni Tom Arriola, justamente un jugador profesional. Entre los innumerables puntos a evaluar para el próximo clásico deberían priorizarse los atinentes a la seguridad, como que debería haber detectores de metal en los estadios, que la Municipalidad deberá exigir la apertura de un número de bocas de acceso acorde a la capacidad de esa tribuna y que el club local deberá entregar una cantidad de plateas relacionada con la convocatoria del visitante. Y en cuanto al dispositivo de seguridad, el mismo debería responder a sus innumerables puntos oscuros, a saber: los controles prohibieron entrar con globos, manos y muñecos de tela o gomaespuma, pero no revisaron a ninguno de los hinchas que ingresaron cuando faltaban 25 minutos; hubo un policía con la camiseta de uno de los clubes debajo del uniforme; otro que hizo gestos obscenos y varios que agredieron a los plateístas visitantes, y hasta unos cuantos que levantaban las piedras que les tiraban y se las devolvían a los hinchas. Gracias a Dios no ocurrió una masacre, pero habrá que trabajar desde hoy mismo para evitarla.
| |