Año CXXXIV
 Nº 49.291
Rosario,
lunes  05 de
noviembre de 2001
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El chico de la tapa
César Delgado asoma en el equipo canalla

Mauricio Tallone

"Dele, señora! Préstenos al César que jugamos contra el equipo del barrio y si juega él seguro no perdemos..."
Doña Beatriz ponía cara de mala, pero al final cedía. A ella no le gustaba ni medio que el César deshilachara las zapatillas cada dos por tres en los potreros del barrio Las Flores porque decía era un pésimo ejemplo para sus tres hermanos. Pero los atorrantes, como ella solía llamarlos a los amigos que venían a buscarlo, le metían presión y al final terminaba por dar el okey. De buenaza, nomás.
Para los vagos del vecindario el César era una especie de cheque al portador para una victoria segura si de jugar por el chori y la coca se trataba. Todos tenían muy en claro esa sentencia. Pero nadie como el papá del Chelo, don José Julio, que iniciaba el rito de la brasa y el fuego convencido de que su hijo se aparecería con la aureola de salvador, porque ya se lo decían los pibes del barrio a doña Beatriz: "Si juega el César seguro no perdemos".
Jota Jota López andaba muy lejos de esa época cuando César Chelo Delgado hacía de las suyas con los suyos. Aunque a veces los caprichos del destino suelen encargarse de amontonar historias. Por eso en la semana previa al partido contra Independiente el entrenador se comportó como uno de esos pibes que lloraba la carta en la puerta de los Delgado. En una apuesta osada, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía del clásico ante Newell's, Jota Jota se la jugó, sacudió la estantería de ataque y le dio cancha a ese morochito encarador que a los 10 años solía traer el morfi a casa mostrando sus virtudes futbolísticas. Al influjo del viejo presagio barrial "si juega el César seguro no perdemos", el sábado a la noche Delgado jugó un partido a la medida de esos sueños de infancia.
"Todavía no caí en lo que me está pasando. Quiero estar tranquilo pero se me hace difícil manejar este presente. Yo no estoy acostumbrado a hablar con los periodistas, a recibir el aplauso de la gente. Por eso te digo que lo que viví frente a Independiente supera todo. Ojalá que este sea el comienzo de mi carrera", dijo la figura canalla en el empate ante el rojo, mientras relojea el grabador de Ovacion y apunta su corazón hacia Mariana, su flamante esposa desde hace tres semanas.
Pero para el chico de la tapa no hay gol ni actuación que modifique su hábitos. En el departamento de la calle Salta al 2900 todo está en su lugar. Apenas una brisa de satisfacción cruza el living, se apodera del rostro del Chelo y bambolea las guirnaldas de las horas posteriores al debut desde el arranque en la primera de Central.
"Apenas salimos del túnel Juan me dijo que lo mirara mucho a él. Eso me tranquilizó, que un jugador de la categoría de Pizzi me diga eso me sacó los nervios de encima", sostuvo el nuevo ladero de Pizzi en el ataque auriazul.
En cada frase del Chelo, en cada referencia risueña o circunspecta reincide en hablar de su familia. Se jacta de esa fortuna sin ceros y la ubica como el combustible que motoriza su comportamiento profesional. A ella, entonces, le dedica este instante único. A ella, tal vez, se encomiende para abrevar la energía que le demandará ganarse un lugar en el clásico del próximo domingo. A ella, seguro, le debe el bastón de este presente.
"Todo esto que me está pasando se lo debo a mi familia, a la de mi esposa y sobre todo a Dios. Con Mariana vamos siempre a agradecerle al padre Ignacio todas las cosas buenas que nos están pasando. Es más, te voy a contar un anécdota. En el entretiempo del partido del sábado, mientras estábamos en la charla no paré de rezar. Sentía la necesidad de estar cerca de Dios y de todos mis seres queridos", contó con ese dejo de humildad que intenta estamparle a su carrera futbolística.
Lenguaje de la calle. Onda de pibe con asfalto. Código para no extenderse en explicaciones complejas. Y la pelota que se mezcla con la vida. En lo suyo, en el fútbol, el probable pase a Europa que puede venir y algunas ilusiones. Por eso se le iluminan los ojos cuando se manda un pique frontal al pasado. Se engancha en los recuerdos, en la búsqueda de alguna anécdota, de un gesto, de un asombro que lo instale en aquella infancia, pero a la vez en este momento. Entonces, habla casi en tono de confesión. Se las arregla para seguir el hilo de la entrevista sin que en la escena intervengan los tonos altos, prefiere seguir enganchándose en la nostalgia y apuntando a lo que vendrá.
"Ojalá pueda jugar ante Newell's, sería el sueño de cualquier jugador de Central. Pero siento que no me gané el puesto, sólo tengo que seguir trabajando para demostrarle al técnico que puede confiar en mí en el clásico".



El delantero dijo que aún no se siente titular.
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