José L. Cavazza
La chusma del barrio va a decir: "Ese hombre está triste, sufre mal de amores". Esos versos nuevos, ese silencio de estatua entre canción y canción, lo están confirmando. Ese aire de melancolía que sobrevuela el teatro, monitoreado desde el escenario a partir de las luces austeras pero cálidas, el humo denso y oscuro y, sobre todo, la figura del Flaco, desgarbada como siempre y ahora bastante quieta, como una efigie a la desolación y la permeabilidad. Cuando canta aquello de "sólo súbeme a tu noche sin abrir", cualquiera se da cuenta de que ese tipo no es el mismo de antes. Lleva la pena clavada en el corazón como un personaje de Borges o como un Quijote intentando recomponer su figura tras la debacle emocional. Luis Alberto Spinetta, después de casi tres años volvió a presentarse en Rosario. Sobre finales del 98 había llegado a El Círculo para mostrar su entonces recién editado "San Cristóforo", junto a Marcelo Torres y el Tuerto Wirtz, un trío potente cambiándole la facha a algunas viejas canciones del Flaco. Ahora Spinetta llegó al Astengo para presentar "Silver Sorgo", un disco que parece ser la continuación del triste y bello "Los ojos", su álbum anterior. Desde su imagen quebrada Spinetta saca pecho y canta como en sus mejores años. Su guitarra lo acompaña como una segunda voz. Casi quejosa, lanzando a cuentagotas acordes dulces al aire. Después de una breve y referencial "Tonta luz" la cosa queda planteada: rosarinos abstenerse de las habladurías endiabladas y cáusticas del Flaco entre tema y tema. Esta noche no. Spinetta está reconcentrado detrás de los anteojos, enroscado hacia adentro como un caracol. "Tonta luz" marca el pulso del corazón del reencuentro: Claudio Cardone tocando poco en los teclados pero marcando con el moog el clima apesadumbrado de las nuevas confesiones, metiéndole ambientación a la tristeza; con la rítmica aletargada de Martín García Reinoso en guitarra y de Daniel Wirtz en batería, y el bajo de Javier Malosetti muy adelante, casi innecesariamente. Cuatro músicos con la única misión de acompañar fielmente los arrebatos poéticos y las intrincadas armonías de Spinetta, con arreglos sutiles (sobre todo Cardone) pero sin la solidez de una banda de rock. Cuatro temas al hilo de "Silver Sorgo" abren el recital. "El enemigo", una balada desgarradora con toda la impronta del Spinetta-Jade (marca de varias de las nuevas canciones, especies de "Alma de diamantes" del nuevo siglo), en vivo se transforma en una mágica enramada de luz, una melodía agitándose y fluyendo como un mosaico impresionista, y en "Llama y verás" asoma una tenue conversación de jazz. Canciones como un monólogo sentido del Flaco, con todos, con quien sea, tomando palabras, símbolos, ideas, sonidos y lanzándolos delante y detrás de la banda como figuras talladas a fuego. Enseguida, "El rebaño del pastor" -del demoledor "San Cristóforo" pero presentado bajo el sonido de "Silver Sorgo"- devuelve al Spinetta más surrealista y menos denso. También del doble de Los Socios del Desierto se escucha "Mi sueño de hoy", con Spinetta cantando a corazón abierto. En "No me alcanza", con la banda convertida en cuarteto sin la guitarra de García Reinoso, Malosetti mete su primer solo de bajo de la noche. También del álbum "Los ojos" el Flaco toca "Ekathe I" y la desesperada "Perdido en ti". Dos sorpresas: la antigua y aún sin grabar "Nueva Luna, Mundo Arjo" ("una zamba inspirada en otro planeta", según Spinetta" y "Correr frente a ti", incluida en el compilado "Elija y gane". La banda se muta en trío al estilo "San Cristóforo" en el segundo tiempo del show. Potente y sólido el trío toca lo que Spinetta ya no puede cantar. La voz se le quiebra a media altura y el grito agudo de "Nasty People" queda lejos del alcance vocal de hoy del Flaco, mientras que Malosetti puede más que el Torres del disco del santito, creando bases y también improvisando sobre los acordes, con un Spinetta sólido desde la guitarra y, por un momento, asomando la cabeza detrás de tanta melancolía acumulada durante la primera parte del recital. "La luz te fue" y "Tomi" arrancan al público de sus butacas a puro rock eléctrico y sin sutilezas. Spinetta vuelve a parecerse al de siempre, devuelve con sorna un par de pedidos desde la platea pero tampoco se prende demasiado en el diálogo. El recital termina con el quinteto otra vez sobre el escenario con dos temas de "Silver Sorgo" ("Abrázame inocentemente" y "Mundo disperso") y en los bises hay tiempo para el recuerdo de Pescado Rabioso con "Me gusta ese tajo", aunque en su nueva versión de "San Cristóforo", cuestión de no salirse de sus cuatro últimos discos. En su regreso a los escenarios y en algo más de dos horas, Spinetta dio dos recitales un uno: la sutileza de un quinteto aún no afiatado como banda, con climas apesadumbrados y tan acordes a los dos últimos discos y, sobre todo, cantando bien, y, por otro lado, la potencia de un trío tan sólido como eminentemente rockero donde Spinetta ya poco puede hacer con su voz gastada por el tiempo y los Marlboro box.
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